Carmela Silva, la portavoz del PSOE en la Cámara Alta, dice que no es para tanto. Me cuesta digerir sus palabras; creo que se ha reído en mi cara. Me explico. Argumenta que dado que el presupuesto del Senado ha disminuido en un 6,5 %, los trescientos cincuenta mil euros que cuesta el invento más los doce mil por sesión no suponen un gasto excesivo. Bien. Esto es para listos, por lo que se ve. Para muy listos. Resulta que, como ahorran por un lado (¡qué menos!), pueden permitirse un dispendio por el otro. Vaya por Dios. Seis mil euros en cuatrocientos pinganillos para que personas que conocen y comprenden un mismo idioma se traduzcan unos a otros es un cachondeo, diga lo que diga la señora senadora. Estupidez que invita a plantearse qué es exactamente el Senado, qué funciones cumple, cuál es el perfil de sus componentes, para qué sirve, cuánto cuesta y por qué tenemos los españoles que sacrificarnos para que unos dinosaurios se burlen de nosotros con este juego de lenguas, en vez de aplicar el sentido común y esperar que la tormenta amaine (un inciso; a todas estas preguntas, y tras meditar lo justo, que no hace falta mucho, yo tengo mis respuestas. El Senado es el retiro dorado de políticos que, salvo excepciones honrosas, han perdido su sitio en el partido y hay que colocar en algún lado como pago por los servicios prestados. Allí se juntan unos cuantos, vegetan y, periódicamente, hacen como que controlan a un gobierno descontrolado, mientras meditan ideas con las que justificar su existencia, no vaya a ser que nos demos cuenta de que pagamos un riñón por y para algo básicamente absurdo e inútil).
Pero, siguiendo con la broma institucional escenificada el martes, Carmela Silva continúa con sus razones y expone que, teniendo en cuenta que se trata de una Cámara de carácter territorial (¿para qué están las autonomías?) lo normal es que cada uno hable en la lengua cooficial que le pertenezca y le apetezca. Defiende la pluralidad y manifiesta que las lenguas son patrimonio de todos. Eso sí, aplicable sólo para las mociones, que los miembros del Gobierno no van a hacer uso del aparatito, que ellos están muy por encima. Coherencia ante todo.
Pero vamos a ver. Nadie discute sobre la riqueza lingüística de España, ni sobre el derecho a expresarse en libertad. Pero, ruego me entiendan; pienso que costear esta torre de Babel con la que está cayendo no es un ejercicio democrático, es una aberración y un insulto a la más elemental lógica. Sin mencionar el ridículo que estamos haciendo, que el descojone europeo es menino.
Jeje muy bueno el artículo.
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