sábado, 15 de enero de 2011

Movida madrileña

Tomás Gómez se planta. Su mano derecha, Trinidad Rollán, y siete más de los suyos se han visto involucrados en un caso de prevaricación por el que han sido condenados a penas de inhabilitación por la Justicia. Se han manchado, no están limpios, pues se tienen que ir sí o sí. Éste es el mensaje de la cúpula del PSOE. Rollán y los siete no están implicados en absoluto en un caso de corrupción personal y si bien deben por narices dejar sus cargos en las instituciones, de abandonar los que ostentan dentro del PSM, nada de nada. Ésta es la posición rocosa que ha tomado Gómez. El sector del socialismo madrileño opuesto al vencedor de las primarias, en consonancia con la ejecutiva federal, considera imprescindible la renuncia por parte de los inhabilitados por los tribunales a los puestos del partido. El secretario general madrileño no comparte, ni mucho menos, este criterio y así se lo ha comunicado con firmeza al secretario de Organización del PSOE, Marcelino Iglesias. La dirección socialista considera que la sentencia de condena debiera haber llevado aparejada la salida no solo de los cargos institucionales, como así será, sino también de la ejecutiva del PSM. Tomás Gómez se enroca y dice que ni en broma prescinde de los sancionados, que no ve razones suficientes. El PSOE esgrime la ética para pulirse a los ocho sobre los que ha caído el dictamen de la justicia. El ex alcalde de Parla sabe que, si se queda sin soportes, aunque éstos hayan perdido su fuerza por culpa de un comportamiento deleznable, su proyecto se destruirá

Y en esas estamos, de nuevo a tiros. Muchas ilusiones creadas en torno a Tomás Gómez han desaparecido de un plumazo, por obra y gracia de la corrupción. Difícil será vender honradez en estas circunstancias. El PSOE muestra su debilidad, no quiere bronca con un PSM que genera recelo.

La disciplina interna, la obediencia al aparato del partido, ha desaparecido en muchos lugares de España (primarias en ayuntamientos catalanes, movida en la Comunidad Valenciana, luchas por ubicarse en Alicante, etc.), no sólo en Madrid. Rebeliones que, lejos de parecer una disputa democrática, se asemejan más a peleas sin compasión por un puesto de trabajo. Confrontaciones que definen la situación actual del partido socialista como un sálvese quien pueda y que benefician sobremanera a unos rivales que no tienen necesidad de desmontar algo que se muestra débil y quebradizo. En la capital del Estado, en el otro lado de la acera, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón se saben, se sienten ganadores. Construir un nuevo partido con materiales defectuosos es, además de una aberración moral, un paso decisivo hacia el desastre. En el PP lo saben, en el partido socialista también. El único que no parece darse cuenta es Tomás Gómez. Para él hará.

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