Otra ración de sabiduría. El presidente del Gobierno afirmó el miércoles que el paro juvenil es el principal problema social y económico que tiene España, y dijo que "no va a ser fácil" reducirlo (ni el juvenil ni ninguno). Juega con las palabras para acusar al maestro armero, actuando de cronista malo de la realidad como se le antoja.
En las ocasiones en las que jarrea a mares y nos coge la tormenta en medio de un descampado, para él luce un sol de espléndido. Y en otras, cuando estamos empapados hasta las cejas y la verdad le apabulla, como el niño travieso y cobarde que no tiene escapatoria, reconoce la evidencia que antes negaba.
Pero incluso en éstas, sin argumentos, se apoya en el "drama estructural" de la economía española que nos lleva "siempre" a duplicar la tasa de desempleo en relación con Europa. Cualquier cosa menos reconocer la ingente cantidad de errores cometidos y las constantes torpezas perpetradas por él y los que le han rodeado, responsables a partes iguales del desastre.
En otro alarde de conocimiento José Luis Rodríguez Zapatero dice que podemos salir de ésta, que somos capaces de superar la crisis. Qué no lo dude. Pero con él de capitán y con la tripulación que le acompaña, ni de casualidad. No es un problema ya de voluntad, que nadie la niega; estamos hablando de incompetencia, de incapacidad.
La lógica, la razón, y el más primario instinto de supervivencia deberían forzar el desenlace de los acontecimientos. Eso sí, por cauces democráticos, que no creo que sea necesario llegar a explosiones populares como la de 1868 en la que, hartos del desgobierno, la corrupción y el caos económico, al grito de “¡Viva España con honra!” los españoles dijeron “¡Basta!”( no quita que no hayan ganas de liarla). Todas las posibilidades que podamos tener de salvarnos de la ruina total comienzan en el mismo punto. O él o nosotros.
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