Esto de la pre-pre-pre-campaña de los domingos cuando algunas elecciones se acercan y los sillones tiemblan entretiene un huevo. Los monstruos de la política se homenajean a sí mismos y se dan un baño de multitudes, rodeados de los cobistas de turno. En Sevilla, el Cristo de los desastres, José Luis Rodríguez Zapatero, flanqueado por Griñán, que hace magia de la buena y se saca jubilados de donde no puede haberlos, y el azote de los dopados, Lissavetzky, que digo yo que se encargará de los controles de orina de los ponentes, ha destapado el tarro de las esencias derramando su sabiduría y empapando de arte la historia de la oratoria política. El presidente dice que para ganar las elecciones municipales hay que merecerlo y que el PSOE va a merecer esa victoria manteniendo sus señas de identidad, haciendo una campaña en favor del empleo y lejos de todo enfrentamiento. Ahí es nada. Todos trabajando para crear empleo, y salvaguardando el Estado de bienestar, la protección social y la igualdad.
Los 2.000 alcaldes y concejales socialistas que han ido al guateque se han juramentado para vencer unas elecciones que huelen a debacle, pues creen meritar la victoria por la grandeza de su gestión y lo sublime de su proceder. Y, para que no se nos olvide lo buenos que son los hermanos salustianos, qué buenos son, que nos llevan de excursión, basan la campaña en la recuperación económica, el empleo, el ahorro y la eficiencia energética.
Aquí es donde me matan. Porque, no es por manía, no; es que me parece todo una broma, cono si los oradores se tornaran orates, como si vivieran en un mundo de dulces y ambrosías, retozando desnudos por el paraíso, que no sé yo si habría que cambiarle a más de uno la medicación. Que nombre el Estado de bienestar, la protección social y la igualdad aquél que se ha cepillado todo lo cepillable no es temeridad, es locura de amor, una pasión enfermiza hacia el poder otrora conquistado y que ahora se aleja escopetado. No tiene fin su demencia y se engalana ensalzando las intactas señas de identidad de una formación que enterró hace años la O de obrero, descuartizó la S de socialista, y vende día sí y día también la E de español, sobreviviendo con la P de partido, en el sentido más amplio de la palabra.
Empleo, ahorro y eficiencia energética, que no política, que ésa no existe ni existirá, en la boca del general de la marabunta me suenan como si Satanás oficiase la Misa de Gallo y me hablara de paz y amor. José Luis y 2.000 de los suyos se aplauden entre sí, se besan con fruición, se miman y, entre risas, se reparten un pastel que es ahora del tamaño de un Tigretón. Y Pepinho, el Ivanhoe del PSOE, saca la espada y dice, con la mano en el pecho, que no hay motivos para arrugarse, que la hoja de servicios del PP está en blanco y que Rajoy y Arenas son incompatibles con la democracia. Ladridos de chihuahua, bufidos de un docto ministro que presenta un aval con más tachones que papel. En todos los lados debe haber elementos de combate que se líen a cabezazos con todo lo que se mueva, y en esta fiesta le ha tocado a él (cachondo lo de cambiar cinismo por civismo, de lujo la alta velocidad del PSOE, y para los anales "No hay mejor factura para los de la avaricia que un voto al PSOE" Sin desperdicio, doy fe).
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