No pretendo que a alguien le escueza lo escrito aquí. Las situaciones y las personas son muy distintas ahora a lo que eran en el año 1.981, pero muchos conceptos presentan una peligrosa afinidad y una similitud en el fondo y en algunas formas que invitan a pensar que quizás, haciendo un ejercicio imaginativo, nos hallemos hoy en día frente a unos nuevos golpistas que han usurpado nuestra soberanía y que controlan el desarrollo de nuestra vida.
Muy distintas son las maneras de las que se puede llevar a cabo un golpe de estado, no es necesario entrar pistola en mano en el Congreso y echar los tanques a la calle; el ejército español está demostrando presencia, profesionalidad, fidelidad y paciencia, mucha paciencia. Por este lado no van los tiros. Ellos no son los golpistas del presente ni del futuro, todo lo contrario. Son los garantes de nuestra pobre democracia.
Un golpe de estado puede ejecutarse tanto con rapidez y sorpresa, como también lenta y pausadamente, con un ladino avance continuo, devorando instituciones, impregnando la sociedad, creando necesidades y aborregando al pueblo. Hoy en día, y es una opinión, estamos sometidos a una dictadura que, lentamente y sin descanso, se ha apoderado de nuestro modo de vida, que nos conduce como títeres por donde su índice de beneficios marca, que nos maneja con capricho exprimiéndonos hasta obtener rentabilidad. Y cuando el flujo neto de caja que podemos aportar es negativo, cuando costamos más de lo que podemos producir, nos abandona y nos somete a la miseria.
Los cabecillas de este totalitarismo, de esta dictadura económica son un grupo salvaje, sin escrúpulos, gente que tiene un euro en el lugar del corazón y el mercado de deuda en la cabeza, que se perfuma con petróleo, que trafica con divisas, que tolera o promueve guerras según el nivel de ingresos, que consiente la sangre y la opresión y que maneja las voluntades y actitudes de todas las naciones.
Como solos no pueden, para ejecutar su dominio se sirven de lacayos de confianza, políticos de medio pelo que han asaltado los gobiernos, que han creado una casta impenetrable que participa rastreramente de la manipulación, prostituyéndose a cambio de seguridad y riqueza.
Si entendemos un golpe de estado como la usurpación de la soberanía mediante el uso de la fuerza, física o no, con la consiguiente pérdida de derechos; si entendemos un golpe de estado como el sometimiento de la ciudadanía a los designios de unos pocos, sin tener opción a intervenir y si entendemos un golpe de estado como el secuestro de las libertades, alguien con imaginación podría llegar a ver en nuestra situación actual rasgos, actuaciones, comportamientos, normas y directrices políticas, económicas y sociales similares, por no decir idénticas. En este momento de las cosas, tengo la seguridad, sé que no somos dueños de nuestro futuro, que aquéllos que nos controlan contra nuestra voluntad consideran que no valemos nada y que nada vale la pena hacer por muchos de nosotros, carne de hambre. Pero también estoy convencido de que algún día esto cambiará, de que lograremos recuperar la dignidad y la libertad. Y por ello debemos pelear.
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