José Luis Rodríguez Zapatero dice, sin ruborizarse, que sus reformas son la prosperidad de mañana. Grande, el fenómeno. La mitomanía al poder. Lo afirma y, encima, se lo cree. Es increíble la imaginación que nace de esa cabecita sonriente y talentosa. Y, claro, como vincula el progreso y los avances en el Estado de bienestar de España en las tres últimas décadas a los cambios emprendidos en los 80, utiliza esto como argumento para aseverar que todas las patadas que nos está metiendo en el hígado, son el germen del que brotará el esplendoroso futuro que nos espera. Perdón por lo escatológico, pero es para cagarse.
Este ejercicio de diarrea mental lo ha protagonizado nuestro as de bastos en Oviedo, en un acto de precampaña en el que se ha aburrido de repetir que la responsabilidad hacia España y la coherencia con las ideas socialistas le han llevado a plantear reformas difíciles y casi siempre criticadas pero necesarias para seguir avanzando y consolidar el Estado de bienestar. Como si él supiera lo que significa responsabilidad, coherencia y, si me apuras, socialismo. Conceptos todos aniquilados por su torpeza, su improvisación y su manifiesta incompetencia. Además, no sé a qué Estado de bienestar va a consolidar el hombre, si se lo ha cargado del todo, no existe reanimación posible. Tal es la magnitud del daño producido que, y ahí tiene razón, hasta dentro de treinta años mínimo, no empezaremos a notar la recuperación.
Eso sí, gracioso, lo que se dice gracioso, no es que sea, pero tiene unos golpes simpáticos. Sitúa a la derecha más a la izquierda que los sindicatos (él sabe muy bien por qué lo dice, los ha moldeado a su imagen y semejanza) y se enorgullece de que en los treinta años de democracia las dos terceras partes del tiempo ha gobernando el PSOE. Ahí has dado, José Luis. Así nos va.
No hay comentarios:
Publicar un comentario