José Bono, en una entrevista a la Cadena Ser, ha manifestado que " desde que Zapatero le ganó el Congreso en el 2000 no se ha permitido ni se permitirá el más mínimo regate en su contra porque Zapatero se va a engrandecer cuando ya no sea presidente del Gobierno", precisando a continuación que los sacrificios de Zapatero "el pueblo español los va a reconocer". Según el Presidente del Congreso, con los "ajustes difíciles y complicados, con una izquierda a nuestra izquierda que pareciera otra vez instalada en la pinza y con unas duras críticas como las que está recibiendo, es comprensivo que se duela y que su imagen esté mal". Toda una defensa del Gran Jefe que el mismo Bono resume al afirmar que "tenemos un gran presidente del Gobierno" y "detrás del presidente hay un hombre digno de ser valorado".
Bueno, bueno. No seré yo quién le discuta a José Bono su apreciación sobre el engrandecimiento de Zapatero cuando éste deje el cargo. Tiene toda la razón, pues es materialmente imposible que un ser humano se empequeñezca más de lo que ha conseguido nuestro presidente del Gobierno. Esta reducción jíbara se la ha trabajado con notable acierto, a base de improvisaciones, errores, más improvisaciones, más errores, y así en una serie infinita de torpezas y equivocaciones. Tiene mérito lo suyo. El problema es que en su imparable mengua ha arrastrado a todo el país, dejándolo bajo mínimos. Así que, ya que se llevan los dos a partir un piñón, entre café y café el presidente del Congreso podría convencer a Zapatero de que dejara ya de ridiculizarse él, y humillarnos a nosotros, y que tomara las de Villadiego. Todo un sacrificio que el pueblo español reconocería, un majestuoso detalle por su parte. Además, digo yo que si tan dolido está por las críticas, si tan mal se siente por la caída al abismo de su imagen y el efecto que provoca en sus propias filas, qué mejor remedio que tomarse unas vacaciones largas, muy largas. Empezaría entonces nuestro turno para valorar con justicia su encomiable labor de destrucción.
No dudo que José Luis Rodríguez Zapatero anda fastidiado el hombre, pues a buen seguro considera en su delirio que lo está haciendo de lujo. Lo que me hace renegar de todo esto es que nadie de los que le rodean y adulan le muestre la realidad de las cosas. Empieza uno a estar muy harto de este juego de políticos, de este peloteo rastrero. Si lo has hecho mal, te vas y punto, que no pasa nada. Esta campaña para que sintamos lástima del presidente, de sus señorías los ministros, de sus otras señorías diputados y senadores, y de los abnegados asesores y demás raza que acompaña al sistema, sólo me produce asco. La manipulación orquestada de las voluntades quizás fuese posible hace tiempo, pero a día de hoy quien más quien menos ya se ha caído de la higuera y dejado los piños contra el suelo, ya no cuela tan suave la mentira. Así que, ánimo, señor Bono, con un empujoncito que le dé usted, ayudado por el desequilibrio natural que caracteriza al presidente, y por el palo que nos van a meter desde Europa cuando vengan a cobrar lo que nos están prestando, con una miaja de suerte nos lo quitamos de encima. Eso sí sería digno de reconocer, agradecer, valorar y recordar eternamente.
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