Hoy me han preguntado, como si yo supiese algo de esto, cuál era la diferencia entre la guerra de Irak y su foto de las Azores, y ésta en la que nos hemos metido ahora y su foto de París. Yo, que repito que no tengo ni idea, he contestado que Gadafi es malo, muy malo, al contrario que Sadam, todo un arcángel, un alma caritativa y bondadosa. Supongo que por ahí deben andar los tiros, porque ahora no veo a los del “No a la guerra” de cruzada anti bélica. Imagino que los de la ceja conocen muy bien en qué difieren un dictador y otro, un opresor y el otro. No creo que matar libios sea más grave que asesinar iraquíes. Quizás se trate de un tema “subvencional”, no morder la mano del que te alimenta, y por eso no abre la boca ni dios. O, simplemente, que son así, una banda agradecida que no quiere complicarle la vida aún más al presidente.
Parto de la base de que Gadafi es un criminal, un exterminador, y que Sadam era un monstruo de igual especie y condición que el libio loco, y entiendo además como justa y necesaria la intervención en Libia. Es por ello que me cuesta distinguir la guerra de Irak de la situación actual. Debe ser que soy muy burro, muy torpe para estas cosas, sólo al alcance de intelectuales, artistas y gente de la cultura.
Porque vamos a ver, si a aquélla fuimos con una fragata sanitaria y en ésta nos hincharemos a disparar, igual resulta que una guerra es tal cuando se decide participar desde la izquierda, y cuando viene de la derecha es una atrocidad fascista. No sé quién determina la idoneidad en estos casos, aunque me gustaría saberlo. Así como también que alguien preparado me aclarase los puntos que singularizan al pueblo libio, los aspectos que le hacen merecer la conquista de una libertad que les pertenece y que no tenían, por lo visto, los ciudadanos iraquíes. Y cuando digo alguien preparado, no me refiero a José Blanco, por supuesto.
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