Un buen amigo, Juan Moya, que sabe lo que es luchar en y por la vida, me ha remitido la siguiente historia. No tiene desperdicio.
“La economía española y una economía emergente decidieron competir en una carrera de canoas con nueve hombres cada una y en una distancia de tres kilómetros. Los dos equipos entrenaron duramente y el día de la carrera ambos se encontraban en plena forma. En un ambiente espléndido y con las aficiones entregadas se inició la disputa y, poco a poco pero sin pausa, la canoa emergente se fue alejando de tal forma de la española que al llegar a la meta la separación era de dos kilómetros. Una paliza en toda regla.
Tras la derrota, el desánimo se apoderó de selección y público. El responsable de la economía española, ante la desilusión generada, decidió enfrentar la situación; creó un grupo de trabajo que analizase el problema y retó de nuevo a sus rivales. Estos aceptaron y quedaron en verse al año siguiente.
Tras los primeros análisis de lo acontecido, el selecto grupo de analistas designado por la dirección española descubrió que los emergentes tenían ocho remeros y un capitán, mientras que en el equipo propio, ocho eran los capitanes y uno el remero.
Entonces, el presidente español tuvo la brillante idea de contratar una empresa que elaborase un plan de trabajo y reestructurase el equipo, dejándolo en condiciones de triunfar. Un tiempo y unos cuantos millones después, la consultora alcanzó su conclusión: los españoles tenían capitanes de más y remeros de menos. Lógico era, pues, perder en el enfrentamiento.
Basándose en el informe de los especialistas, los responsables españoles optaron por cambiar la estructura y formación del equipo que debía competir. Estaba claro. Ahora se acudiría a la regata con una selección compuesta por cuatro capitanes, tres supervisores, un jefe de supervisión y un remero. Eso sí, se le prestaría una especial atención a éste último. Él tendría que ser el más cualificado, el más motivado y el más consciente de la responsabilidad asumida.
La nueva carrera se disputó y, en esta ocasión, la economía emergente ganó por dos kilómetros y medio. Intolerable a todas luces. Ante la afrenta, los dirigentes de la economía española despidieron al remero por inútil. Él y sólo él era el culpable del vergonzoso resultado. A los restantes miembros del equipo se les premió generosamente con cargos, sueldos y prebendas por la gran motivación que intentaron infundir al torpe bogador.
En un espectacular acto, el presidente de la economía española expuso el informe de lo acontecido y declaró que a pesar de que la táctica escogida fue la idónea y la motivación insuperable, el operario había fallado incomprensiblemente. Ante las dudas generadas en la afición por lo absurdo de la explicación, los responsables decidieron ofrecer a la masa deprimida un nuevo y prometedor reto: volver a competir de nuevo, pero mejorando las condiciones. Cambiarían de remero y también de canoa, ya que el uno y la otra habían demostrado su incapacidad. El resto se mantendría tal y como estaba concebido.”
Creo que sobran los comentarios. Que cada uno interprete el relato como quiera. España es así.
Yo tambien me llamo Tomas Salina
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