Se acercan las elecciones autonómicas y, como hay que rascar un cinco por ciento para participar en el reparto, algunas formaciones políticas llevarán como panacea para la crisis la eliminación de las diputaciones provinciales. Alguna estupidez hay que decir para engañar al respetable. Y lo más fácil es vender que las diputaciones sólo generan gastos y no sirven para nada más que para colocar a los que no tienen otro sitio donde descansar sus vergüenzas, ¿verdad? Mejor entregar el control absoluto a los organismos autonómicos, que ellos gestionen los recursos con su maestría habitual. Y, ya que estamos, de un plumazo cepillarse a esa banda de funcionarios y contratados ociosos y vagos que no dan un palo al agua. La recuperación económica del país con un visto y no visto.
No hay nada más nocivo para el equilibrio de un sistema democrático que la ignorancia y el oportunismo, sobre todo cuando ambos defectos adornan y caracterizan al político o política de turno. Aquellos que desean la destrucción de las diputaciones, además de realizar un discurso demagógico y burdo, desconocen el trabajo y la labor que desarrollan las mismas. Yo sí lo conozco, y por eso lo describo y lo escribo.
Cuando se habla de fusionar pequeños municipios para dotarles de mayor consistencia y operatividad, para defenderles ante períodos de crisis, para que consigan sobrevivir con dignidad, para que sus gastos se reduzcan, estamos hablando de unas figuras unificadoras que ya existen, y que no son otras que las diputaciones. En ellas estas pequeñas poblaciones encuentran el foro donde expresar sus necesidades y deseos, en ellas las comarcas tienen el instrumento imprescindible para revitalizar extensas zonas que mantienen intereses comunes, en ellas las voces de municipios olvidados se escuchan y se atienden. Gracias a las diputaciones se levantan centros deportivos y sociales, se crean, acondicionan y mejoran vías de comunicación, se solucionan problemas de abastecimiento de agua potable o de canalización de residuales, se fomenta el deporte local y provincial, defendiendo y promocionando los autóctonos que, sin este apoyo, habrían desaparecido olvidados en la memoria de los mayores, se protege e incentiva la cultura propia, se realiza una impresionante labor en el cuidado de ancianos y niños y enfermos, y se gestionan centros de tratamiento especial. Todo esto y mucho más se tramita, se resuelve y se ejecuta a través de las diputaciones con la mayor inmediatez que permite el sistema: cualquier sugerencia, queja o protesta es atendida por profesionales cualificados sin el maldito vuelva usted mañana. Si alguien conoce alguna otra administración que ofrezca algo parecido, que lo diga y yo callaré.
En nuestro mal parido sistema, otorgar el poder absoluto a las distintas capitales autonómicas, centralizando gestión, decisión y actuación, supondría la desolación y muerte de pueblos y zonas enteras que sólo existirían, y a lo mejor ni eso, en vísperas de elecciones. Las provincias perderían su identidad con la desaparición de las diputaciones, más cercanas, más eficientes y útiles que las autonomías.
Además, la evidencia demuestra que la calidad en la administración no se encuentra en el Senado (retiro dorado de políticos sobrantes) ni en los entes autonómicos, los auténticos agujeros negros por donde el sistema se desangra. La calidad está en las diputaciones, la sirven en bandeja de plata sus trabajadores.
La Diputación de Alicante es un ejemplo claro de lo que afirmo. Hogar Provincial, Centro Doctor Esquerdo y Salud Mental, las Agencias Comarcales, las Brigadas de Carreteras, el Archivo General, Formación, El Instituto Juan Gil Albert, Juventud y Mujer, El Museo Arqueológico, el Mubag, la Oficina Técnica, el Palacio Provincial, el Servicio de Prevención, Tucumán 8, Tucumán 10 y la Oficina de Proyectos. Centros de Diputación donde el trabajo es real y efectivo, donde administración es sinónimo de producción. Pero esto, por lo que se ve, no es importante.
Los políticos de mercadillo buscan en la desaparición de las diputaciones un argumento fácil con el que arrastrar votos y así obtener su cuota de poder, su propio beneficio. Políticos sin ideas ni proyectos que destruirían su casa y su familia si ello les proporcionase escaños. Políticos que se rigen por el Todo por la pasta. Políticos. Punto
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