El mismo que decía “¿qué crisis? No hay crisis”, es el mismo que dice ahora que se empezará a crear empleo en la segunda mitad del año, casualmente justo después de las elecciones. Ha visto los datos crueles y demoledores del paro de febrero, conoce que la destrucción de empleo se acelera por primera vez desde el inicio de la depresión, y no tiene respuesta para justificar el desastre de su política económica. España nunca en su historia había estado tan mal como ahora y las perspectivas, por mucho que digan el fabulista y su cohorte de mentirosos, no son nada halagüeñas. Alcanzaron el poder gracias a la voluntad soberana de los españoles, y en esa voluntad legitiman mantenerse en el mismo. Weber decía que esta legitimación podía ser de tres tipos; tradicional (heredada, propia de monarquías absolutistas), carismática (basada en el atractivo del líder) o racional-legal (sistemas democráticos que se caracterizan porque el gobernante se somete a la voluntad del pueblo). Teóricamente, España está bajo el manto del último tipo. El 22 de mayo la ciudadanía juzgará y dictaminará si los que nos mal gobiernan siguen siendo válidos o tienen que marcharse. En el caso probable de que no se les renueve la confianza, mi pregunta es si sentirán la pérdida de esta legitimación, o, como me temo, se acogerán a esa voluntad remota ya destruida para concluir con su misión de destruir el país.
Todo indica que los enquistados no abandonarán sus tronos pase lo que pase. Las mentiras actuales nos marcan el camino. Con el único objetivo de mantenerse en este poder bastardo que ostenta, el aparato gobernante incide en su farsa. Antes mintió para lograr la posición, negó la evidencia y, quizás por ello, empezó tarde y mal a aportar soluciones; ahora vuelve a mentir, vuelve a negar la propia incapacidad y da bandazos absurdos, improvisa para justificarse.
La única verdad en todo esto es que el Estado español tiene al frente a un embaucador, a un encantador de serpientes. El peor gobernante jamás habido al que acompañan en su terrible proceder una colección infame de políticos de medio pelo, cómplices en cuerpo y alma del principal responsable de nuestro imparable retroceso. Nuestra recuperación pasa, sin duda, por la desaparición de esta elite. O ellos, o nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario