Si las cosas en una empresa van mal y el que las dirige es torpe hasta decir basta, difícil es que ésta levante cabeza, por mucha que sea su capacidad. Cualquiera con vergüenza y un mínimo de honradez debería considerar que ante una situación extremadamente delicada, por lo menos hay que guardar formas y no trincar de la caja (nunca mejor dicho). Pero no. Todo lo contrario. Él que está al frente del desastre se premia a sí mismo con un sueldo de narices por ejercer un cargo únicamente representativo, y los que le rodean lo consienten. Ergo, te encuentras que hay alguien (otro más) cobrando por colaborar activamente en el hundimiento de una empresa que no le pertenece.
Parece ser que Modesto (que no honesto) Crespo, poco después de tomar posesión como presidente de la CAM en junio de 2009, se adjudicó una asignación económica anual de 300.000 euros, revisables a la alza, por supuesto. La primera vez que el presidente de la CAM cobraba por serlo. Y para la fechoría se sirvió de una de las sociedades creadas por la entidad; los ingresos venían por pertenecer y asistir a los consejos de la sociedad en cuestión.
Llámenlo como quieran. A mí la noticia no me sorprende lo más mínimo, viendo los protagonistas. Por mucho que se respete la legalidad, la ética se la pasan por el forro el que lo hace y los que permiten el hecho. No es más que una golfada consentida, y punto. Arrasar con todo antes de que ya no quede para nada y para nadie no se puede definir de otra forma. E igual que el que hace pan es un panadero, el que hace golfadas, pues eso, Modesto, ya sabes.
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