Cristina Narbona reconoce que al equipo de Rubalcaba le une el deseo de contribuir a una profunda renovación del proyecto socialista para ser mucho más útiles a la sociedad a la que se deben. Y ha insistido en que dicho proyecto va más allá de cualquier fecha electoral y más allá de las elecciones y de su propio resultado. Además reconoce que los socialistas quieren buscar opiniones de fuera del partido que les ayuden en tres asuntos claves del que será su programa: la reforma electoral, la creación de empresas y de empleo y la educación y la formación profesional.
Pues bueno, pues vale, yo, a lo mío. Verá usted, querida Cristina. Con cariño y brevedad. Ya era hora de que dentro del PSOE hubiera un equipo unido para ser útil para la sociedad (para ser útil para algo, lo que fuese), porque lo acostumbrado es todo lo contrario, una banda de pollos sin cabeza, cada uno a su bola, buscando no perder posición y sueldo y soltando chorradas a diestro y siniestro. Pero nunca es tarde para la enmienda. Y si encima al propósito le añadimos que acuden con un proyecto que va más allá de lo humano y de lo divino, que sobrepasa el límite de lo conocido y que marcará un antes y un después en la evolución de la Humanidad, pues mejor que mejor, qué quiere que le diga, el nacimiento de Cristo se quedará enterrado por nimio y absurdo en el olvido, y celebraremos desde ya el advenimiento de Rubalcaba un 28 de julio de hace sesenta años.
Eso sí, un consejo, estimada Cristina. Yo, de ustedes, no iría buscando muchas opiniones sobre su programa, no fuera a ser que se escaldaran demasiado. Ya sabe, en este país no nos merecemos al Mesías Rubalcaba, estamos asalvajados, somos unos desagradecidos. Así que, por si acaso no coincidimos y no me preguntan a mí, pobre mortal, aprovecho esta tribuna para decirle lo que pienso, y si quiere, que va a ser que no, se lo anota: Verá, ustedes, todo el equipo, programa y candidato incluidos, pueden irse, con todo mi cariño, al guano con cuchara y pan. Allí encontrarán lo mismo que ofrecen, y que es lo único que se merecen. A mandar.
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