No se vende un clavo. Hablas con los empleados del Corte Inglés, tradicional indicador de las ventas, y te dicen, heridos en sus comisiones, que no hay un euro en el ambiente. Ciertamente estamos caninos, pelados, sin un chavo, y lo poco que podamos tener lo guardamos como oro en paño por si el temporal no amaina y nos quedamos con el culo al aire, sin poder afrontar los gastos básicos para sobrevivir.
Vivimos en un país de rebajas, con políticos de saldo que no compra nadie y que no hay manera de quitarse de encima, ni regalándolos. Descuentos en todo: en salarios, pensiones, derechos sociales, prestaciones, ayudas. Todo el escaparate lleno de remiendos y objetos sin valor. Los almacenes abarrotados de un género sin atractivo para el inversor y que no se coloca ni con un tres por uno. Y al frente de la tienda, una banda de inútiles sin escrúpulos que ya no se molestan, ni tan siquiera, en ocultarse tras máscaras, mostrándose tal y como son en realidad. Han rebajado todo el país, desvalorizándolo y destruyendo casi todas las posibilidades de levantar cabeza.
Llevamos colgado un cartel de se vende, se alquila o se cede para su sustento. Ni orgullo nos queda, pasado ya el mundial de fútbol. Pero que no nos engañe la publicidad. España no está en período de rebajas. Está en liquidación.
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