jueves, 29 de julio de 2010

A falta de gobernar, prohibir

No hace muchos años, en España no se podía ni pensar en voz alta. Aquel que se saliera de la línea marcada tenía que atenerse a las consecuencias. Gracias a la voluntad del pueblo español la censura, la castración sistemática de la libertad, la intransigencia y el abuso de autoridad quedaron desterrados de nuestras vidas. Todos libres, todos iguales, todos con las mismas posibilidades teóricas de progreso. Por fin una democracia.

Ahora hemos entrado en una peligrosa dinámica: nos hemos lanzado, llevados en volandas por los intereses y caprichos de la casta política (algo tienen que hacer para justificar su lastimosa existencia), a la carrera de las prohibiciones. Se prohíben las corridas de toros (habrá que preguntarse que ocurrirá con los tradicionales y arraigados correbous de muchas localidades catalanas): se prohíben alcohol y tabaco para menores (abortar sí que pueden, pero hacerse un cigarrillo con una caña, no): se pretenden prohibir los anuncios de contactos en la prensa escrita (es una manera como otra cualquiera de acabar con la financiación de los periódicos, y así controlar la información): hay iniciativas para prohibir el topless en las playas españolas (aquí por lo menos hablan de crear zonas especiales, es decir, guetos, para lucir la naturalidad del cuerpo): se prohíbe rotular en castellano (no vaya a ser que a alguien le dé por darse cuenta de que lo entiende y lo habla): se prohíbe la bollería industrial en colegios(ramitas de apio y pan integral para crear una nueva raza de niños sanos, fuertes y delgados): se prohíbe, se prohíbe y se prohíbe.

La democracia es otra cosa distinta a la que nos quieren imponer esta secta de políticos. Su objetivo es dominar y domeñar nuestra vida y voluntad para traficar a su antojo con ellas. Para ello, no se privan tampoco de usar vetos encubiertos. Como muestra, unos ejemplos. Con el Plan Bolonia limitan posibilidades de crecimiento profesional a la juventud. Con las nuevas tasa universitarias filtran el acceso de aquellos que, aunque capacitados, no disponen de recursos (universidades para ricos). Los módulos generan mileuristas a los que esclavizar, anclándoles en una escala social dependiente.

Concluyendo. Igualdad y libertad no casan con prohibición. Son antagónicos. Si esto es progresismo, que venga Dios y lo vea. Prohibir es totalitarismo y fascismo, siempre y cuando influya en el derecho inalienable de las personas de decidir libremente, de pensar y sentir con independencia. Vamos hacia atrás, desandando lo ya recorrido. Cuesta abajo y sin frenos.

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