Huyendo un poco del tema chantaje controladores- prórroga de Estado de alarma-constitucionalidad del asunto-posición de los partidos-etc. me he tropezado con las declaraciones de Félix Millet, el saqueador del Palau. Iba conduciendo tranquilo y, al escuchar el relato de las mismas en una emisora de radio, casi me mato con el coche. Alucinante el bandolero. Reconoce que se lo ha llevado, que se ha reparado sus casas y costeado viajes a cargo del dinero ajeno, y que había montado los bodorrios de sus hijas sin que le costasen un euro. Es más, el caradura le cobró al consuegro la parte proporcional sin cortarse un pelo, el fenómeno. Y después lo remata diciendo que no lo sabía. Para encerrarle y perder la llave en un retrete.
Lo más increíble de todo es que no me han sorprendido en absoluto ni el hecho en sí del delito, ni la falta de vergüenza del personaje ni la desfachatez con que se desenvuelve el mismo. He llorado tanto al reírme que he llegado a perder la vista del asfalto. Me ha hecho gracia el miserable, y eso es lo que preocupa. Es tal la corrupción del sistema que ya veo como normal que roben lo que puedan desde el momento en el que les ubican junto a una caja hasta que les descubren expoliándola o acaba su mandato. Y no debería de ser así, porque al aceptar esta prostitución en los principios democráticos y considerar asumible la manipulación en las instituciones me convierto en cómplice involuntario de los ladrones que han provocado, junto a especuladores y un Gobierno inepto, la ruina del país. Pero lo que ocurre es que el tal Millet es un personaje que de patético delincuente pasa a cómico chorizo en un suspiro. Y cada vez que recuerdo lo que ha declarado, no puedo evitarlo. Me río. Eso sí. No quita que, acto seguido, después de las risas, me asalte un cabreo de mil pares.
Antes de que nos acostumbremos aún más a esto, sino lo estamos ya en demasía, quizás deberíamos acelerar en la búsqueda de un imprescindible cambio en sistema, estructuras e instituciones. Lo que no sé es cómo. Si alguien conoce el camino, que arranque a andar, que yo le seguiré. Mientras tanto, continuaré indagando por mi cuenta.
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