Inocentada al canto. Sube la luz un 9,8 %. Fantástico y maravilloso presente, un regalo más con el que las compañías eléctricas, contando con la insultante incompetencia del gobierno como aliada, felicitan las fiestas al rico y sobrado pueblo español. Alegría y buen humor para recibir este nuevo asalto cosario a nuestros bolsillos. Y de nuevo son lentejas contra las que no puedes luchar; o pagas, o corte que te crió y a morar en las cavernas.
Algunas asociaciones de consumidores han tachado la subida como inaceptable, brutal y aberrante, destacando que el coste real para el bolsillo rondará los doscientos euros en el recibo. Pero lo que hay que decir es que ahí no se queda el palo. El viaje gordo para la economía doméstica no viene vía factura; aquí, con la luz y el gas, que también se ha unido a la fiesta, todo lo demás se encarecerá también hasta en un 2,5 %. Súmale que los carburantes no paran en su escalada, y te encuentras con una somanta de golpes que no sabes por dónde vienen y que no te dejan ni respirar.
Entonces, para cualquier hijo de vecino cuyo concepto sobre la economía se reduce a hacer virguerías para pagar y comer, el problema está muy claro: si sube lo básico, lo esencial, lo imprescindible para la supervivencia, y los dineros para enfrentarse a los repuntes en los precios no sólo no acompañan este alza, sino que se congelan en el mejor de los casos, o, directamente desaparecen, que alguien explique cómo carajo se puede salir hacia adelante. Y que cuando lo haga, en su explicación y por respeto a la más común inteligencia, el docto economista o el político de turno tengan a bien omitir aquello de que hay que luchar unidos y perseverar en el sacrificio y la solidaridad. Porque lo que se dice sacrificarnos lo hacemos casi todos, menos aquéllos que nos han metido en la ruina, y solidarizarnos, tres cuartos de lo mismo. Y en cuanto a luchar, la inmensa mayoría ejerce de soldado desde que sale el sol hasta que vuelve a salir. En consecuencia, todo ese discurso demagógico está de más, apesta. Es como si no se enteran de que lo que hay que hacer es proteger a las gallinas, pues si continúan masacrándolas, ya no habrá huevos ni para el granjero ni para nadie.
Sinceramente, no sé lo que pensará aquél que lea este artículo. Por mi parte, yo ya estoy muy harto de esta banda de miserables que nos están desplumando y de los inútiles rectores públicos que colaboran, por incapacidad y/o mala fe, en nuestra destrucción. Así no se puede durar mucho más.
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