El Gobierno a principios de 2011 tendrá que hacer frente a un desembolso enorme para cumplir con los compromisos adquiridos. Y se encontrará con la saca vacía, pues lo que se recauda por un lado se escapa enseguida por otro. La lamentable ineptitud y la incapacidad manifiesta de los rectores económicos nos conducirán inexorablemente a una nueva situación límite en la que surgirá la necesidad imperiosa de liquidez. Las privatizaciones previstas no llegarán a tiempo y, de hacerlo, además de significar una negativa descapitalización de bienes públicos, la desamortización aérea no será suficiente. Es entonces cuando este ejecutivo, sin duda el peor de la historia de España, sacará otra vez la chistera y, con un pase mágico de una varita en forma de decreto, se inventará un nuevo y traidor recorte en el sueldo de los funcionarios. De la noche a la mañana, como en Grecia. Es el camino más fácil, una recaudación segura y rápida con la que afrentar las consecuencias de su inutilidad.
Ya se está preparando el camino al Rubalcazo que se abate sin remedio sobre los emolumentos de los empleados públicos. En junio se argumentó la medida tomada en base a que el funcionario es el único que tiene estabilidad laboral. Ahora la excusa viene cocinada gracias a estadísticas comparativas entre los ingresos de los trabajadores en los sectores público y privado. El dato ariete en el ataque será aquél que ha reseñado que un 43 % de los empleados públicos cobra más de 2.500 euros, frente a un 11 % en el sector privado. Dato manipulado, como todo lo que proviene del aparato propagandístico del ejecutivo socialista. Porque incluir como funcionario al asesor y al cargo de libre designación que multiplica por mucho los ingresos citados es tergiversar y manipular la verdad. El cáncer más importante de las administraciones es el elevado e injustificado número de edecanes y palanganeros que rodean a los cargos electos; destruyen los presupuestos y arruinan las administraciones. No es comprensible y mucho menos tolerable que se ataque al que accedió a su trabajo mediante una oposición, mientras se incrementa irresponsablemente el gasto en estos personajes de dudosa o nula utilidad pública.
El funcionario tiene que preocuparse, y mucho, por la nueva agresión que va a sufrir. El Gobierno ya ha empezado con el plan de satanización del empleado público, de tal forma que la sociedad apoye cualquier recorte que se aplique en su contra. Y el pringado, otra vez denostado y solo, tendrá que tragarse esa rueda de molino porque, al igual que el resto del país, tiene que sobrevivir. Son y serán lentejas tóxicas que se tomarán porque no quedará otro remedio. O esto o dejárselas en el plato y lanzarle la olla al torpe que no sabe o no quiere saber cómo sacar a España de la ruina. Va a ser un invierno gélido en lo climatológico y en lo económico, pero muy caliente en lo social.
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