Hay que ser respetuoso con la ancianidad y en ocasiones premiar y agasajar a aquéllos que la alcanzan, siempre y cuando en éstos se reflejen los andares y procederes de una vida llena de trabajo y de principios, de compañerismo y solidaridad, de entrega y amor hacia los demás, de lucha desinteresada y de un comportamiento social superior a lo correcto, rayano en la exquisitez. Es entonces el momento en el que el veterano, curtido en las mil batallas que plantea el transcurrir de los años, debe, en lógica y honor, recibir de la sociedad el reconocimiento merecido. Para eso está el título de Hijo Predilecto, aparte de otros de semejante enjundia. Galardones que el sentido común de las autoridades otorga a los que consideran dignos por su loable trayectoria.
Aquí es donde yo dejo de entender las cosas. Santiago Carrillo es, para Gijón, candidato ideal para el laurel. Sin dejar de reconocer el carácter luchador del homenajeado, y el indudable valor de su aportación al desarrollo de la democracia que hoy en día disfrutamos todos, el pasado de Don Santiago ofrece las suficientes manchas como para, como menos, discutir la idoneidad del premio. Siempre negada por él, a pesar de los documentos existentes, y por todos los que intentaron e intentan ocultar ciertos comportamientos supuestamente delictivos, su participación en el exterminio de la “Quinta columna” en Paracuellos está más que probada. Conviene recordar, memoria histórica que se llama, que los quintacolumnistas eran los presos políticos, hombres, mujeres y jóvenes, algunos niños, que se encontraban en las cárceles de Madrid. Todos eliminados y enterrados en fosas comunes.
Dirá Don Santiago que esto no son más que falacias proveniente de la derechona reaccionaria, obsesionada con desprestigiarle a toda costa. Pero él mismo se delata: a su entender ahora los quintacolumnistas son los del PP, que andan detrás, según él, de la presión de los mercados sobre España y de la debacle económica del Estado. Así lo ha dicho en El País con fecha 9 de diciembre de 2010. Menos mal que ahora le coge muy mayor para acabar con ellos. Menos mal.
Con los luctuosos acontecimientos de noviembre de 1.936 sobra y basta para que Don Santiago Carrillo deje reposar su veteranía allá donde desee, y que su conciencia ordene sus sentimientos: al fin y al cabo de una guerra se trataba. Pero de ahí a darle títulos y honores hay un salto infinito, es un insulto a la razón. La muerte no es compensable, la sangre no prescribe, y el dolor causado tampoco. El Ayuntamiento de Gijón se equivoca soberanamente. El 20 de diciembre, Stalin mediante, Santiago Carrillo será nombrado Hijo Predilecto de la localidad. Qué pena.
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