A ver si lo cuento bien. Currante de mediana edad, con un miserable sueldo de risa que apenas cubre hipoteca, recibos y comida y dos hijos pequeños que le comen por los pies. Se sobrevive de milagro en la casa, penando más que disfrutando, y este año, con el rollo de que el mayor hizo la comunión, en un momento de irresponsable euforia promete, sin poder, que toda la familia, los cuatro, se van a Eurodisney. El despiporre. Los niños locos de ilusión, y los padres a sumar y restar para ver de dónde sale la aventura. Ahorrar no se puede, siempre surge un quítame por algún sitio. Así que, a morir al banco, a ampliar el crédito o a rascar prestado. Se busca la oferta más económica, la más asequible, viaja hoy y paga en seis meses, un tres por cuatro, los niños gratis el avión, desayuno sólo y ya comeremos lo que sea. A muerte.
Ya es la fecha. Un puente glorioso, las maletas preparadas y al aeropuerto. Los chiquillos nerviosos ante la posibilidad de conocer al ratón macrosómico y su colega el pato puñetero, y los adultos pensando en el presupuesto para comidas y cenas, además de en el frío que se ha desatado feroz en París. Hora de embarcar. Todos al avión... Se supone. Porque va a ser que no. Suspendido el vuelo. Gente que cobra diez veces lo del viajero puteado (¿se puede decir puteado?) decide dejarles en tierra. El estrés les lleva locos. El estrés y también que les quitan prebendas casi feudales. Así que, los señoritos se ponen de huelga sin avisar y joden (¿se puede decir joden?) a todo bicho viviente, ocasionando la ruina de más de uno y destruyendo derechos, ilusiones y economía de pequeños y de los insignificantes trabajadores que sólo pretendían evadirse unos días de la realidad ¡Y sin considerar el daño colosal infringido a la imagen de un país que no anda por sus mejores momentos!
Privilegiados que han chantajeado al país, y que deben de pagar por ello. La defensa de los propios intereses es legítima para cualquier colectivo, pero hay formas de actuar que son de obligado respeto si se desea ser un elemento más en la estructura social. Los derechos dejan de ser tales cuando impiden el ejercicio de los de los demás. Los controladores han abusado de su privilegiada condición y han cometido un delito contra la sociedad a la que en teoría pertenecen. Tienen que asumir su culpa y cumplir con el castigo que la justicia imponga. Sin más.
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