martes, 28 de septiembre de 2010

Después el adiós

Cambiemos de tercio: símil taurino inoportuno hoy en día, con los toros contra la barrera, pero es lo que me pide el cuerpo. Pañuelo blanco desde presidencia, y liquidar la movida sindical. Pasemos de banderillas a lidiar el morlaco. Deseo, necesito saber qué va a ocurrir el día después del 29, si de verdad el lío va a servir para algo positivo o va a acontecer lo de siempre. El clamor entra por un lado, abrumador, el sordo de turno lo convierte en un murmullo y sale por el otro transformado en un simple susurro. No merece la situación este final.

La huelga la seguirá voluntariamente más o menos gente, obligadamente otros cuantos (por temor, intimidación, ausencia de medios de transporte, siliconas varias, etc.), y se inhibirán de ella también bastantes, pero la conclusión es común en casi todos , exceptuando socios y compinches: el presidente del Gobierno debe, tiene la obligación de dimitir, renunciar, marcharse o desaparecer a la francesa, sin decir adiós, que ni falta hace. El caso es que después de una movilización en la que hay que tener muy claro que muchos no participarán, más que nada por las formas, oportunidad y oportunismo de convocantes y convocatoria y no por no compartir el rechazo a la reforma laboral, un político con un punto mínimo de dignidad y cordura sabría leer el mensaje. Pero, no me equivoco seguro, ni Pavía a caballo le saca de Moncloa. Por cierto, hablando de soldados, o es sólo un rumor malintencionado o hay un suave y discreto ruido de sables. Los militares llevan mucho tiempo tranquilos, gracias a Dios. Aunque ahora parece que alguno que otro piensa en voz alta.

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