Y un cuerno de buey. Entre libros, material escolar, ropajes varios y calzado se te va de viaje la hipoteca del mes. Cierto que el desembolso vale para todo el año, en la mayoría de las ocasiones. Pero los libros de los pequeños cuestan como si de manuscritos incunables salvados del incendio de Alejandría se tratasen. Las editoriales cambian tres párrafos de cada asignatura, y así el libro no se puede heredar. Se deberá que la lengua, la literatura o el conocimiento del medio son temas tan vivos que hay que renovar su contenido todos los años. Por no hablar de las ciencias: cuadernos de matemáticas para niños de cuatro años a treinta euros. Digo yo que bien debieran convertir a nuestros tiernos infantes en ingenieros de telecomunicaciones antes de llegar a los siete. Un despiporre económico del que viven y sobreviven las empresas que se dedican a esto de elaborar las materias, y que abusan de la obligatoriedad de la escolarización: si no tienes el libro, no puedes estudiar la asignatura. Así que, a pasar por el aro o a pedir auxilio a centros y APA.
Es el cachondeo legal de todos los meses de septiembre. Enseñanza gratuita y obligatoria. Más de lo segundo que de lo primero. Agujero en los bolsillos para insistir en la ruina que llevamos encima. Pero son lentejas que no te puedes dejar. Como todos los años, ya saldremos de ésta. Espero.
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