No hay otra solución. ETA debe abandonar la lucha y entregar las armas. Cualquier propuesta fuera de ésta no puede ser aceptada por la sociedad española ni por las fuerzas políticas. Si en tu casa hay un pirómano descerebrado jugando con cerillas en el salón que te ha agujereado el sofá y quemado la alfombra varias veces, tú no te limitas a decirle que no las encienda, que el fuego es peligroso y puede provocar un desastre. Le quitas las cerillas, le reprendes y castigas y, si puedes, le tiras a patadas. No se te ocurre perdonarle y dejarle otra vez con los fósforos en la mano, sólo con la promesa del no lo volveré a hacer.
Si ETA quiere la paz, el camino lo tiene claro. Renunciar a la violencia, entregar sus explosivos y sus armas, desmantelar su organización y ponerse a disposición de las autoridades para responder por sus crímenes. Lo anunciado ahora no es más que una maniobra de cara a las elecciones, legitimar su violencia ubicando sus peones en los ayuntamientos. ¿Tregua? Otra mentira para recomponerse y recobrar parte de su fuerza, otro embuste más en su dilatada historia de engaños y traiciones a la democracia. ¿No realizar acciones ofensivas? En su locura, la banda terrorista jamás ha definido sus atentados como ofensivos: siempre, después de matar cobardemente, ha justificado sus actos como respuesta a agresiones fascistas del Estado, los ha definido como legítimas defensas de los derechos de un pueblo del que asumen la representación utilizando terror y muerte como argumentos.
De momento, el Gobierno ha respondido con firmeza. Sabe que en esto no está solo, que todos empujamos en la misma dirección, siempre y cuando no acepte el enredo y mantenga la postura de la rendición como única vía tangible. Si se conforma con este “algo es algo”, la sangre salvajemente derramada por las acciones terroristas se le volverá en contra. Sólo existe un mensaje para el que mata: ríndete y paga por lo que has hecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario