jueves, 23 de septiembre de 2010

Un desafortunado aperitivo de huelga

Dice un miembro de UGT; “se nos ha ido de las manos”. La huelga de ferrocarriles en Cataluña no cumplió con los servicios mínimos gracias a la noble labor de los piquetes y sus acciones democráticas, como pintar cristales y bloquear cerraduras. Una protesta legítima contra el recorte salarial pierde su valor cuando, para preservar sus derechos, no respeta los de los demás. Actuando con patente de corso, los sindicatos convocantes no han jugado limpio y, tal y como están las cosas, no es una buena señal de cara a la que se avecina.

El 29 hay un llamamiento hacia una huelga general para protestar contra la reforma laboral. Una huelga en la que cualquiera puede participar libremente, sin coacciones ni presiones por parte de empresas o sindicatos. Libremente, sin miedo. La huelga es un derecho y el trabajo también: el que quiera participar del paro, el que lo considere acertado y motivado, que no acuda a su puesto y se manifieste, que exponga en paz sus razones y que tolere a aquéllos que no compartan sus ideas. Porque si se rompe ese respeto, si se utilizan amenaza y fuerza, rompemos el juego democrático. Muchos decidirán realizar con normalidad su jornada laboral. ¿Por qué? Muchos consideran la huelga inoportuna, por el momento en que se produce, y oportunista, por las motivaciones políticas que esconde. Muchos piensan que hace dos años, con los ERE en apogeo, sí que hubiera sido acertada. Muchos piensan que el quebranto económico para empresas y sindicatos no compensa la utilidad de la convocatoria. Muchos piensan que no va a aportar ninguna solución. Muchos confían de igual manera en el Gobierno y los sindicatos: nada de nada. Muchos creen que la mejor manifestación se realizará en las urnas.

Me gustaría que lo ocurrido con los trenes no sea un aviso de lo que sucederá el día 29. La libertad debe respetarse, y con violencia y actitudes represivas no se puede mantener la misma. La democracia es aplicable a todos, no hay que distinguir. Y la democracia, sin respeto a legalidad y personas, sin tolerancia, no existe.

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