Aunque no se trata de una competición es inevitable lucubrar sobre quién ha vencido con claridad el pulso del 29 de septiembre. Ante unos sindicatos que han estado cocinando una huelga durante meses, que han vendido distintos motivos para justificar la convocatoria, que han saltado de culpable en culpable en un baile de teatrillo barato, ante todo esto y mucho más, el deseo de la gente por trabajar, por ejercer con libertad la opción de no sumarse a la huelga ha pasado por encima como un ciclón, sobreponiéndose a trabas y coacciones sindicales dirigidas por liberados ansiosos de dar razón a su existencia.
Quedarán para recuerdo las arengas revolucionarias, trasnochadas proclamas incendiarias propias de aquellos que no saben cómo cubrirse las espaldas y tapar su vergonzoso comportamiento durante los últimos años. Cándido Méndez oficiando de Pilatos, lavándose las manos ante la posible acción de algunos descerebrados. Ese grito fascista de “por las buenas, por las buenas o por las malas”. La carta a los trabajadores de los aeropuertos recomendándoles por su seguridad secundar la huelga. Las amenazas e insultos a los que han optado con libertad por el trabajo. La presión en los transportes para obligar a los usuarios a faltar a sus responsabilidades. Los grupos agresivos en los grandes mercados. Vamos, lo típico de un comportamiento ”democrático”.
Nada de lo que han hecho para convencer de la huelga les ha servido, ni lo legal ni lo ilegal. ¿Por qué? Porque ya no se confía en unos sindicatos pasivos y cómplices del gobierno; porque nadie quiere desprenderse de una parte de su sueldo para que los dirigentes sindicales se justifiquen; porque las huelgas generales se hacen en el momento oportuno, no a toro pasado, cuando la ley ya no tiene marcha atrás; porque el trabajador está harto de liberados; porque la huelga no sirve para nada, no va a aportar ninguna solución; porque esta huelga apesta a paripé entre amigos, entre estafadores de voluntades que se han montado una opereta barata con la que contentar a la plebe inculta; porque el español lo que desea es trabajar y hay cinco millones que el día 29 paran, y el 30, y el 1, y el 2, y todos los días ya que no tienen trabajo que defender; y porque muchos españoles están hartos ya de vividores e ineptos que no ofrecen pero que sí que se lo llevan calentito.
No sé lo que pensarán ustedes, cómo se sentirán. Yo estoy contento: la lógica, la razón, la libertad para defender el derecho a trabajar, prevalente sobre el de la huelga por mucho que diga el compañero Martínez de la UGT, se ha impuesto a esta falsedad inventada por personas sin dignidad que están arruinando el país. Es como decirle a Zapatero, Méndez y Fernández Toxo que les hemos visto el plumero, y que sólo con intimidación y atacando el transporte han conseguido que esto se parezca a un ejercicio sindical. Dirán que han vencido, que son los grandes representantes de los derechos de padres, hijos y espíritu santo. Pero serán cuentos, fábulas malas de malos escritores. Al cadáver político se le han unido definitivamente dos cadáveres sindicales.
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