Ver como página Web
Genial. José Luis Rodríguez Zapatero ha estado sembrado al comparar España con un bebé robotizado de más de seis metros de altura, ojos azules y rubito como un querubín. Miguelín se llama el interfecto, obra de Isabel Coixet: se trata de un coloso en pañales que representa a nuestro país en la expo de Shanghái.
Claro está que la equiparación entre el estado español y el muñeco en cuestión no va por derroteros físicos: es un cotejo entre el tamaño del androide y el futuro económico de España. Intentando quedar como Quevedo el Presidente, sin pretenderlo, ha definido a la perfección el panorama que nos espera: seremos niños pequeños, indefensos aunque mastodónticos. Necesitaremos comer mucho para poder sobrevivir, pero no sabremos ni podremos hacerlo solos. Totalmente dependientes, sin capacidad para decidir ni conocimiento, llorones y cagones, a los que nos tendrán que llevar con trapos por no controlar las deposiciones y enseñar a andar sin tropezar. No se nos dejará solos, pues a buen seguro nos lastimaríamos o romperíamos lo que encontrásemos en nuestro rededor. Siempre de la mano de un mayor y obligados a obedecer. Vamos, lo que se entiende por partir de cero.
Por una vez Zapatero ha comunicado arte con sus palabras, ha embellecido un discurso que desde el “no os fallaré” había perdido encanto y chispa (¿qué marca de pastillas consumirá este hombre?). Todo un lujo. Lo que ocurre es que él lo ha dicho con otro sentido, y aquí se puede interpretar de muchas maneras. Ésta es la mía, yo lo veo así, como más próxima a la realidad que la intención con la que el presidente del gobierno se manifestó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario