martes, 28 de septiembre de 2010

Muerto el perro...

Pocas palabras bastan. Tan sencillo como cambiar el lema de la huelga, variar un poco el mensaje, y el país se paraliza seguro: hasta los cristos y las vírgenes de las iglesias se unirían a la movilización. En vez de ir contra la reforma laboral, los recortes sociales, el atraco a las pensiones y los sueldos de los funcionarios o el retroceso en materia social, si todo se encauzara a solicitar, demandar, exigir incluso, la dimisión en bloque del Gobierno, con el talentoso al frente, España se detendría en seco y saldría a la calle para gritarle al sordo que nos gobierna que ya estamos hasta los innombrables de él y de los que le rodean. Derechas e izquierdas, jóvenes y mayores, parados y asalariados, empresarios y sindicatos, estudiantes desde secundaria hasta universitarios, creyentes y ateos, funcionarios y jubilados, artistas de todas las ramas de la cultura,… hasta los muertos que en el cementerio juegan al mus se echarían a la calle con la única intención de derribar el muro que nos impide progresar. Entonces y sólo entonces, la huelga serviría para algo. Muerto el perro se acabó la rabia.

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