Hombre de paz, negociador incansable, siempre bajo el dictado de la ley y ajustado al límite a los preceptos democráticos, hábil en el uso de la palabra y apelando razón y diplomacia en todas sus actuaciones, Arturo Nelson Cubillas Mandela (apellidos en orden alfabético, como debe ser) se postula como liberador de los oprimidos, victorioso líder de la lucha contra los crímenes del Estado fascista español. Sin duda, y por méritos harto probados, la democracia y la libertad del pueblo vasco pasa indefectiblemente por sus astutas y sabias manos. Sin él, futuro premio Nobel de la Paz, la vida carece de sentido, no existen ni luz ni esperanza en el devenir político del mundo conocido.
Devenir al que por cierto se agarra su colega Armando Mohandas Karamchand Gandhi Otegi (si me lío en el orden de los apellidos, ruego me perdonen) para pedir su liberación de los sangrientos calabozos españoles. Tenemos aquí, según afirma el presidente del PSE-EE, Jesús Eguiguren (que digo yo, que será también socio de los anteriores, o al menos lo parece), un hombre que "quiere la paz", que sería "mejor que estuviera fuera y haciendo política". Y si entre reunión y reunión se escapa un tiro y muere alguien, no pasa nada, son daños colaterales perfectamente aceptables por nuestro imperfecto Estado de Derecho.
Como dijo aquél, ¡manda huevos! Si ya es penoso soportar la absurda existencia del asesino Cubillas, protegido por el bolivariano y polifacético Chávez (igual te canta un bolero que te entrena unos cuantos terroristas) además de pagarle el sustento al preso Otegi, tener que oír, que no escuchar, las sandeces que manifiestan las dos aves de corral no tiene nombre. El uno comparándose con Mandela, y el otro demandando su liberación en base a los acontecimientos, continúan con su burla hacia la sociedad española. Habrá que aplicar aquello de “a palabras necias, oídos sordos”, por mucho que nos cueste, y no darles más bola. Seríamos más felices.
Pero lo verdaderamente triste en este circo es la actitud del señor Eguiguren y sus declaraciones respecto a la bondad del mártir Otegi. Dudo mucho que los socialistas vascos estén contentos con el que tienen al frente del partido. Y si lo están, si apoyan su comportamiento, si piensan igual que él, es que aplauden el retorno de los criminales a las instituciones públicas. Confiemos en que fuerzas de seguridad y justicia prosigan con la tarea y no desfallezcan, porque al menor síntoma de debilidad aparecerán políticos sin humanidad ni escrúpulos como éste que les pisarán.
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