Que España necesita un cambio urgente no se le escapa a nadie, excepto a los que imperiosamente deben ser sustituidos. Ya no se trata de buscar culpables sino de encontrar soluciones y los que gobiernan han agotado su crédito hace tiempo. Nadie confía en la capacidad económica española, nadie se la juega por nuestra recuperación. En Europa, en el mundo, nuestra diplomacia hace el ridículo constantemente, se muestra débil, temerosa, cobarde y asustada, sin empaque. Ha perdido el norte, eligiendo para defender el país unos argumentos que nos sitúan de rodillas, en actitud penitente allá donde vamos. Y dependemos, para la recuperación interior, que crean en nosotros porque en caso contrario nos hundimos irremediablemente. Somos un país vulnerable, o al menos esa es nuestra imagen en el exterior.
Rubalcaba no estuvo patético, no. Su actitud fue vergonzosa por no proteger el derecho de los periodistas españoles a informar, por no manifestar la condena clara del gobierno español hacia la violenta represión en el Sahara y por no exigir claridad en la exposición de los hechos, aceptando sólo la versión oficial, única posible por el apagón informativo. Se bajó los pantalones ante Cherkaui, aceptó sin condicionantes su exposición y consumó una traición ideológica que remueve los cimientos del sentir socialista. Cualquiera puede venir, invadir nuestra integridad y marcharse premiado con la razón. En el Sahara se están conculcando los Derechos Humanos por parte de Marruecos, que se pasa a la ONU por el forro y que se ríe de España cuándo y cómo quiere, humillándonos en cada ocasión. Y Rubalcaba lo consiente, lo permite, se amedrenta y enseña su lado cobarde, cobarde y cobarde. Premio para él.
Entretanto, jugándonos la supervivencia en Europa, Elena Salgado se queda en España a votar algo que tiene ganado en lugar de ir a batirse el cobre, a demostrar que las cosas se están haciendo como se deben. Debieron alucinar al constatar la ausencia de la responsable económica del Gobierno. ¿La interpretación? Miedo al tirón de orejas, seguro, porque no creo que fuera porque vamos sobrados, ojalá.
Son las dos últimas muestras que califican a los que nos gobiernan. No nos merecemos estos políticos de medio pelo, pusilánimes y medrosos, caguetas sin la preparación, la disposición y el valor que requiere el representar a España. Sin olvidarse, cómo no, del jefe de todos, del que mete la mano por el culo y maneja sus muñecos, de José Luis Rodríguez Zapatero, que se esconde gallina tras sus quince portavoces y continúa en su firme propósito de destruir el país.
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