miércoles, 24 de noviembre de 2010

Viene la gripe irlandesa.

Y para ésta las medicinas con las que contamos no están resultando, bien por la escasa o nula efectividad de las mismas, bien porque el facultativo de turno no es capaz de diagnosticar el mal y acertar con el remedio. El virus económico acecha amenazante a una España débil, con las defensas bajas y sin anticuerpos. El vecino irlandés ha caído y los próximos parece ser que seremos nosotros, salvo milagro.
Está claro que no somos Irlanda, que nuestra situación no es la misma. Pero pienso yo que quizás la enfermedad que se va a cernir sobre los españoles es distinta a la que ha exigido el rescate irlandés. La marca España está en mínimos históricos. Nadie cree en nuestra capacidad para establecer reformas reales que ofrezcan resultados tangibles a corto y largo plazo. Los mercados no confían en el Estado español y nuestro diferencial de deuda sube sin remedio. El ejecutivo se ve incapaz de crear empleo, las medidas adoptadas y las pendientes de asumir no muestran la suficiencia requerida y los socios de la Unión ven peligrar toda la estabilidad de la zona euro. España no vende más que desconfianza y recelo, nadie quiere compartir mesa con aquél que, además de robar los cubiertos, no tiene para pagar su comanda.
La economía española ya está enferma, casi terminal, y esto no es ser pesimista, es ver la realidad. De acuerdo con que la crisis es mundial, que afecta a todos los estados, y que los hay peor que nosotros (estos ya tienen la mortaja lista). Dado el sistema en el que se mueven los estados, se depende del exterior para fortalecer lo doméstico. Y en nuestro caso, los que se tienen que fiar de nosotros no están por la labor.
Soluciones hay seguro, duras, muy duras. Pero todas arrancan, a mi entender, en el mismo punto: el gobierno español debe retirarse, dimitir y convocar elecciones. Luego, la evolución de nuestra economía dirá si los sustitutos están más capacitados o no, o simplemente generan mayor confianza a los mercados. Yo lo tengo muy claro. Nadie en este país lo puede hacer peor que el ejecutivo actual y su presidente. Nadie.

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