Decir amigo es decir mucho. Los amigos, en la mayoría de las ocasiones, te elijen a ti y en otras, las menos, los escoges tú. Son pocos, selectos y especiales: están a tu lado siempre que los necesitas, no te traicionan ni te fallan nunca y saben cuándo deben apoyarte y arroparte. Un amigo jamás se aprovecha de tu debilidad para su propio beneficio personal o económico, no conspira contra ti o tus intereses y te defiende incluso cuando la razón no está de tu lado. Abres los ojos, y lo tienes a tu lado: no hace falta llamarle, pues sabes que puedes contar con él en los momentos complicados, y su presencia, física o espiritual, te reconforta, aliviándote de tensiones y problemas. La amistad es sagrada, y no entiende de mentiras y engaños.
Nuestro Rey Juan Carlos y Mohamed VI son amigos. Al menos, eso es lo que se asegura. Porque visto el comportamiento del dictador de Marruecos, más bien parece lo contrario. Se aprovecha de su relación con nuestro monarca para actuar alevosamente, valiéndose de artificios y embustes. Busca provocar y así generar un conflicto que podría acarrear graves consecuencias. Taimado, ladino y felón, el Rey de las Rocas despliega su astucia e intriga para desestabilizar territorio español. El Rey Juan Carlos le pregunta dónde va, él disimula, dice no tener nada que ver, pero continúa con su traición.
No soy nadie para aconsejar, pero me atrevería a decirle a S.M. que amigos como éste, mejor ni verlos ni tenerlos, ni tan siquiera en el infierno. Mohamed VI es un multimillonario peligroso y caprichoso, un opresor insaciable, un dictador duro e inmisericorde que nos la ha clavado muchas veces. Si de verdad existe una buena relación entre las dos casa reales, párele los pies y póngale en su sitio, que la cosa se nos puede escapar de las manos.
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