Está condenado. El Sahara deseado por los saharauis quedará totalmente destruido por la intransigencia marroquí a pesar de contar con el respaldo de la ONU. Si hacemos caso a las declaraciones de Christopher Ross, el enviado por las Naciones Unidas para tratar el tema del Sahara, cualquier acercamiento es prácticamente imposible. Las conversaciones de paz están en punto muerto, estancadas por la negativa constante de Marruecos de debatir el refrendo propuesto por el Frente Polisario. Ross insiste en la necesidad de que ambas partes se sienten y manifiesten una clara voluntad política de iniciar negociaciones. Pero tropieza, sobre todo, con la actitud de Marruecos que no accede ni tan siquiera a explorar los planteamientos saharauis. De continuar así, para el enviado de la ONU existen pocas razones para convocar nuevas reuniones.
En resumen, lo expuesto por Ross no es más que un grito desesperado solicitando ayuda. Califica la situación de los refugiados como cruel, e insiste en la continua violación de los derechos humanos por parte de un Marruecos que no está dispuesto a perder el control sobre el territorio.
Mohamed VI no acepta un sonido distinto al de su voz, no negocia; ordena y manda, y todo el mundo obedece. Él ofrece como única vía su propuesta de autonomía, rechazando cualquier otra. O lo suyo o nada. Y para lograr su objetivo utilizará las medidas de presión que considere oportunas, tanto a nivel interno como externo. Bien podría ser que la extorsión a la que se ha sometido a Melilla sea un arma que el Duce del Magreb ha utilizado para conseguir el apoyo de España, mostrando a nuestra diplomacia la debilidad de la ciudad. O haces lo que yo te diga, o mira la que te puedo liar. Todo un ejemplo de comportamiento democrático.
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