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España necesita que las fuerzas políticas sean coherentes, inmaculadas en el comportamiento y firmes en la defensa de los españoles. Los partidos deben ofrecer diálogo e iniciativa, y ser fieles a sus convicciones. El triunfador tiene la obligación democrática de gobernar en beneficio del pueblo, y para ello no puede caminar descuartizado por rectores totalitarios que traicionan a aquellos que les votaron y debilitan al país.
Las primarias dentro del PSOE sólo pueden conseguir una cosa: revitalizar un partido cuyos dirigentes actuales han desguazado, desmontando ideales y principios y destruyendo la confianza e ilusión de muchos militantes y simpatizantes. Oponerse al aparato interno, enfrentarse a lo viciado y acomodado de los que mandan y pelear por recuperar el espíritu social, son ejercicios gratificantes, altamente positivos para cualquier formación política, sobre todo si se trata de un partido de izquierdas. Además, si dicho partido ha perdido rumbo y brújula, y está dirigido por malos profesionales que sólo buscan perpetuarse en el poder, la savia nueva que emerge del debate y la disputa otorga, a buen seguro, una nueva energía, capaz de despertar del letargo y del hastío a los socialistas de verdad. Y digo bien, de verdad. Porque los actuales son malas copias de aquello que quizás fueron y que posiblemente nunca volverán a ser. Son miembros de la casta política manipuladora y vividora, inepta clase social que destruye todo sobre lo que ejerce su control.
En conclusión, que vengan primarias que arrojen la basura fuera y limpien lo enfangado. Vendría muy bien que la razón y la lógica retornasen, desterrando la incompetencia y la soberbia.
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