No creo que nadie dude sobre quién dirige el bloqueo a Melilla. Los chantajistas que aparecen en los medios berreando sus mentiras no son más que simples marionetas en manos de Mohamed VI. El objetivo de sus reivindicaciones es muy claro: amenazar, y sólo amenazar, con capturar Ceuta y Melilla para someterla a la dictadura del Reino de Marruecos. Piensa peregrinamente el monarca alauí que se va a reír de España de igual forma que lo hizo cuando se firmó, allá por el 2006, un tratado de pesca que le permite hacer y deshacer lo que le viene en gana, saltándose a la torera los acuerdos de la ONU y apropiándose de un territorio que no le pertenece, como el Sahara. Todo con el consentimiento de una Unión Europea que juega en dos partidas distintas: por un lado reclama la soberanía para el pueblo saharaui y en otra mesa se deja timar por los fosfatos y la pesca marroquí.
El 21 de agosto Mohamed VI celebra su cumpleaños y le gusta que le agasajen, que su pueblo le adore, sentirse como un gran califa. Por eso ha sacado sus títeres a actuar: el pueblo marroquí se olvida de su miseria, cierra los ojos ante la opulencia de su rey, y se hincha de nacionalismo. Una manera como otra cualquiera de desviar la atención. Convendría recordarle que Ceuta y Melilla son españolas desde antes de la constitución de un Reino en la zona, allá por el XVII. Y que, aunque los socios de la Unión nos dejen solos en esto, España no va a ceder ante esta rastrera extorsión. Los políticos patrios deberían, si aún quieren mantener la poca dignidad que les queda, encaminar su posición en esta dirección. Que le quede claro al del cumpleaños que Ceuta y Melilla no se tocan, son sagradas, y que no van a formar parte de ningún acuerdo en el que aparezcan como alternativa a la sardina, el jurel y la caballa. Que aquí está el fondo real de todo. El convenio de pesca vence en el 2011 y hay que sacar la mayor tajada posible, ¿verdad?
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