No sabe uno qué pensar. Por un lado, parece evidente la fractura interna en el PSM: se ha abierto una lucha feroz por captar votos, con promesas múltiples y variadas de cargos y posiciones en caso de que me concedas tu apoyo, y con amenazas veladas, y no tanto, de defenestraciones y ostracismo garantizado si te vas con la otra candidatura. Todo un espectáculo de rumores y cuchicheos, de conspiraciones y rajadas, de manifestaciones públicas y privadas, de compadreos y pequeñas traiciones. Un show en el que hay que distinguir, de ley, dos tipos de protagonistas: los principales, los que esperan tajadas jugosas como pago a su colaboración, y los secundarios, los militantes que votan por simpatía, convicción o hartura. Una confrontación democrática entre Gómez y Zapatero (Trinidad Jiménez pinta bien poco en este asunto), que puede dejar a éste último muy debilitado dentro del partido si el ex de Parla obtiene un holgado triunfo.
Por otro lado, toda esta guerra interna favorece a una formación en continua depresión. El debate es bueno cuando sentimientos y voluntades están en estado vegetativo, cuando la confianza en los propios ha desparecido totalmente. El PSOE necesitaba algo que sacudiera al partido y lo hiciera interesante, desterrando la sensación de derrota y el hundimiento moral ante la actuación del Gobierno. Ahora aparece la ilusión sustituyendo al abatimiento. El PSOE recupera vida después de la muerte.
Es en este punto dónde a alguien desconfiado como yo le surge inevitable la duda. ¿Todo lo que ocurre en Madrid entre Zapatero y Gómez es un enfrentamiento real, fruto de un democrático funcionamiento interno, y muestra que en el PSOE empiezan a cansarse del Presidente y su camarilla? ¿O, como piensan suspicaces y escépticos, no es más que una gran jugada de alta política, dirigida desde los despachos de los afines al aparato federal, cuyo único objetivo es recuperar a un electorado asqueado engañándole de nuevo con un candidato de paja, con una marioneta más? Chi lo sa…
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