A. Pérez ha iniciado unos encuentros con ciudadanos llegados de toda España que, supuestamente, no tienen vinculación con el PSOE (mira que leo todo lo que puedo, y no he visto ningún anuncio de la convocatoria, ninguna referencia de dónde poder apuntarse, qué mala suerte). En ellos, el Mesías ha querido hablar con la plebe directamente, sin intermediarios ni limitaciones, sobre la familia y el trabajo, de cómo les afecta la crisis o de qué manera se puede conciliar más, en una demostración de su atractiva faceta de pastor ecuménico. A la siorée han accedido previa selección (ojo, aquí imagino que tampoco ha importado la vinculación al PSOE) 62 padres de familia, con hijos menores de 15 años, entre los que, según dicen, había de todo, como en botica. Eso sí, toda la fiesta se ha desarrollado sin asistencia de los medios, para que los asistentes pudieran expresarse con más libertad.
Este invento, marketing puro y duro, ha sido bautizado por los apóstoles socialistas como “Diálogos con Rubalcaba”. Habrá que ver si aparecerán o no los amigos de la SGAE a reclamar derechos de autor por plagiar al gran Armando Matías Guiu y sus inigualables “Diálogos para besugos”, porque me imagino que lo hablado por el heredero con los desvinculados invitados diferirá bien poco de los escritos de don Armando.
Con permiso y mala leche, a continuación he aquí el extracto de lo que puede haber sido una de las conversaciones. Si alguno se siente ofendido, ruego de antemano me disculpe. Sólo pretendo homenajear, con infinita torpeza, a aquél que dijo “La política es, a veces, como un “diálogo para besugos”. Nadie dice lo que piensa; algunos, no piensan lo que dicen; aquellos, piensan y no dicen; éstos, nadie sabe lo que piensan; de los de más allá una piensa que piensan, pero ellos no piensan que uno piensa”. A lo que yo añado: Y tal.
I: Buenos días
R: Buenas tardes
I: ¿Le puedo empezar ya a preguntar?
R: ¿A preguntar qué?
I: Sobre la crisis y tal
R: Tal va muy bien, no plantea problemas
I: ¿De qué tal habla usted?
R: Depende. ¿Está usted desvinculado?
I: ¿Desvinculado? ¿De qué?
R: Depende. De tal.
I: No le entiendo. Yo quería preguntarle sobre la crisis.
R: ¿Y qué tal le va?
I: ¿Qué tal con qué?
R: Depende. Con tal.
I: Oiga, me está usted volviendo loco. Miré, yo sólo quería saber cómo piensa que vamos a salir de ésta.
R: Depende de qué ésta hable usted.
I: Pues de la crisis y tal
R: Ya le he dicho que tal no plantea problemas.
I: Vale. ¿Y la crisis?
R: Depende.
I: Pero, por Dios, contésteme de una vez ya algo coherente…¿Cómo que depende? ¿De qué depende?
R: Del trabajo y tal.
I: Bien, por fin algo lógico. ¿Cuáles son las medidas que tiene en mente para crear empleo?
R: Huy, de eso no me encargo yo. Pregúntele al que lleva la bandeja de los canapés, que es el dueño del catering e igual tiene algo para usted.
I: No le soporto. Ya me voy. Pero antes una cosa, por curiosidad, ¿de qué se encarga usted?
R: Depende
I: ¿De qué?
R: De tal
I: Mire, mejor me voy, que no le aguanto más.
R: Usted sabrá. Coja un canapé de salmón y firme su asistencia antes de salir
I: ¿Para qué tengo que firmar?
R: ¿No quiere un diploma? Mire que quedan muy bien en la pared del baño.
I: Oiga, déjeme en paz. Mejor me marcho ya.
R: De acuerdo, como guste. No se olvide de la fotografía dedicada. Son cinco euros y tal.
I: ¿Cinco euros y tal?
R: Y tal
I: Adiós. Buenos días
R: Hola. Buenas tardes
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