Antes de nada, perdón por la confianza. Ya sé que lo correcto al escribir es el tratamiento de usted, pero dado que viajamos todos en el mismo barco y tú y yo tendremos a buen seguro que compartir salvavidas, si nos tuteamos (con t, que del puteo ya se encargan otros desde Doñana y Madrid) la comunicación será bien fluida y el entendimiento seguro. Una vez roto el hielo, y siempre que no te importe, comienzo yo la conversación. Verás, te cuento.
Esta mañana, por ayer, me ha llamado al móvil Paco (un día te lo presento, es un buen tipo, te caerá bien). Después de los saludos de rigor y como si estuviera soportando una carga brutal, empieza a narrarme lo que le ha sucedido. Dice que le han avisado desde el partido en el que milita para que no se comprometa en octubre, que le necesitan para la campaña, y que cuando él ha preguntado que para qué tan pronto si las elecciones son el 20 de noviembre, le han dicho que no, que como muy tarde el último domingo de ese mes tiene que estar de interventor. Sin darme tiempo para contestarle, ha proseguido con su perorata, dándole vueltas a lo mismo y acordándose muy mucho de su jefe político. Tras un par de blasfemias y algún que otro exabrupto, el bueno de Paco ha detenido su exposición y, con su silencio, me ha dado paso a mí.
Yo, que tengo muy claro lo que pienso, le he dicho que no me extrañaría nada que el rey del donde dije digo, digo Diego no tuviera más remedio que volver a rectificarse tal y como es costumbre en él y adelantar aún más la convocatoria de las generales. Vamos cuesta abajo, cogiendo velocidad, del conductor no se fía nadie pues está y es ciego, nos apedrean por todos lados y no funcionan los frenos ni “pa” dios, con lo que la leche que nos vamos a meter nos va a dejar inútiles para el resto de nuestra vida, hipotecando varias generaciones. Visto que Paco seguía mudo, no me he podido callar y le he dicho que por qué va a seguir haciendo el primo y dándose la paliza por su partido, el PSOE, cuando sabe bien que no se lo van a agradecer y que les importan un huevo de pato él y todos los que como él se sienten socialistas.
Entonces Paco me ha contestado, con una tristeza terrible, que ya, que lo sabe, que está hasta las narices y que, a lo mejor, esta vez les dan por saco y ni tan siquiera les vota. Pero yo sé que lo dice con la boca pequeña, pues él pertenece a los seis millones de españoles que, aunque pase lo que está pasando, y abominen de sus líderes, votarán siempre PSOE. Y aquí poco o nada le puedo objetar, porque a mí, de igual forma, me ocurre algo parecido pues también estoy dentro, muy dentro de un grupo que jamás, ni con la muerte encima, votaría socialista.
Aquí es donde yo quiero preguntarte a ver si se te ocurre cómo explicarle a Paco que no es que se equivoque él confiando en esa banda, no, es que con su equivocación está colaborando en el naufragio del país, que esto se va a pique. Y, no sé tú lo que piensas, pero yo creo que en España estamos como en el Titanic, que sólo hay botes para algunos privilegiados, y que la clase de tropa palmamos fijo. Échame un cable y ya me cuentas, que cambiar sentimientos es muy complicado (eso, el corazón, es de lo que se sirve la casta política gobernante para seguir mangoneando). Un saludo.
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