martes, 16 de agosto de 2011

Rubalcaba se carga las diputaciones.

El candidato del PSOE a las elecciones del 20-N, Alfredo Pérez Rubalcaba, apuesta por replantear el papel de las diputaciones provinciales porque, a su juicio, tal y como están configuradas son una cuarta administración que sobra. Desde la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, donde ofrece una conferencia sobre "Universidad y empleo" (suena a chiste), Rubalcaba ha opinado que se debe revisar profundamente el papel de estas instituciones, sentencia con que reordenar la Administración Pública siempre es una cosa buena y nos recuerda, como si no supiéramos bien lo que nos cuestan todos y cada una de ellos, que en España hay cuatro niveles administrativos: el Estado, las comunidades autónomas, las diputaciones y los ayuntamientos. Y es aquí donde muestra su cobardía y, de las cuatro, carga contra las diputaciones pues, según el Mesías socialista, forman parte de una estructura del siglo XIX que habría que replantearse.
¿Por qué cobardía? Fácil. En primer lugar no se atreve a arremeter contra las autonomías, auténtico agujero negro de la economía española. Este aprendiz de estadista, si de verdad quiere un reordenamiento de la Administración Pública, tendría que empezar por el bastardo café para todos, un invento político que de mal nacido se ha convertido en un cáncer terminal. Pero lo sencillo es recurrir a lo populista, a algo que pueda contentar a todos los que piensan, y pensamos, que hay demasiadas administraciones. Porque, claro, no puede decir que las comunidades autónomas no son más que un chollo para la casta política y sus colegas, que los compañeros se le tirarían encima como fieras. Ni tampoco sería bueno para el negocio calentar ánimos nacionalistas.
En segundo lugar, no tiene arrestos para proponer la supresión del Senado, un inútil cementerio de elefantes, escondite y/o retiro de políticos venidos a menos, y la eliminación de algunos ministerios, por ineficaces y absurdos, pues ello supondría el destete precoz y repentino de muchos de sus amigos. De igual modo, tampoco nombra como imprescindible, que lo es, la desaparición inmediata de la figura y funciones del asesor, el vividor por excelencia del sistema. Por no hablar de las direcciones generales, secretarías, subsecretarías y el interminable etcétera de cargos públicos sin sentido ni contenido pero con un sueldo de mil pares.
En tercer lugar, ni sabe cómo ni puede controlar el desmadre económico de los grandes ayuntamientos, entidades que se han escapado de los dominios de la razón, convirtiéndose en dilapidadoras y voluptuosas meretrices, esclavas de la especulación y el nepotismo. Y de los pequeños, poco que decir. No suelen tener fondos, y si los hay, vuelan casi siempre de forma “caprichosa”.
Y en cuarto lugar, como sumar es una cosa que sí hace bien, sobre todo a fin de mes, ha pensado don Alfredo que si mete mano a Estado, autonomías y ayuntamientos hay más votantes que perder que fulminando las diputaciones.
Pues bueno, muchos de los que lean estas líneas que vivan en localidades pequeñas, o no, que no es condicionante, conocen el papel que desempeñan las diputaciones. Sus ayuntamientos no tienen ni para el gasto corriente, bien por la escasez de recursos o bien por la mala gestión de los mismos. Las respectivas autonomías se encuentran lejos, muy lejos, y sólo se preocupan de las grandes urbes, invierten lo ajeno en ellas y dejan perecer vastas zonas, apareciendo con el carro del dinero falso y de las promesas imposibles sólo cuando las elecciones se aproximan. Y del Estado, como administración, ni aparece ni se le espera.
Sin embargo, las diputaciones están siempre presentes en estos pueblos, gestionan los fondos invirtiendo en carreteras, infraestructuras, mejoras sociales, fomento del deporte y la cultura, centros para la tercera edad y la juventud, polideportivos, bibliotecas, asistencia social y una larga lista de realidades palpables, llegando a asumir incluso competencias de otras administraciones en materias como la sanidad y educación. Las diputaciones gestionan con corrección mientras Estado, autonomías y ayuntamientos se arrancan por peteneras y se funden lo que no les pertenece. Éstas son verdades tangibles y no mentiras de embaucadores de pacotilla..
Insisto, Rubalcaba es un cobarde que ha enseñado la vertiente carroñera de su personalidad; el pueblo quiere sangre, le promete sangre, circo que no falte. Arroja a las diputaciones a los leones y mantiene intactas al resto de instituciones, inútiles y/o corrompidas. Se cepilla lo único que ha demostrado su funcionamiento durante muchos años y se queda, pues el pastel es más grande, con el parto autonómico y la sangría que arrastra. Al candidato Pérez le importan un carajo la desaparición y muerte de aldeas, pueblos y comarcas, su calculadora electoral le dice que la pérdida en votos es asumible. Entrega las diputaciones a las autonomías y que éstas desarrollen las funciones.
Y yo, pobre diablo, le digo que no sea tan burro. ¿Cómo van a adoptar nuevas competencias administraciones que no pueden con las que ya tienen? Mire, déjese de demagogia barata y plantéelo al revés, que sean las diputaciones las que absorban el control provincial. Vería usted como al poco las cosas funcionarían mejor. Y en ese mientras tanto, a trabajar un poco y elaborar un modelo autonómico regenerado y vital, no la payasada actual. ¡Ah! Que eso resta votos y dificulta los acuerdos de gobierno. Esto es lo que hay. Prostitución política.

1 comentario:

  1. Si podemos seguir cerrando todo lo que se les apetezcan a los políticos, seguramente eso conseguirá que la crisis termine, pero en lugar de finalizar como todo el mundo desea, lo que hará será terminar con el empleo de todo el mundo. Cerremos las Diputaciones que son el apoyo de los pequeños Ayuntamientos, cerremos las empresas que contaminan, cerremos todo lo que se le pase por la cabeza a los políticos. Pero no quitemos los Asesores políticos que hay en toda administración pública (que no se de que van a asesorar cuando en la mayoría de los casos no tienen experiencia del campo al que asesoran), no les quitemos a ellos las pensiones vitalicias, no cerremos el Senado que es el lugar de jubilación de los políticos, en definitiva dejemos al pueblo en el paro pero a ellos no. Pero no les culpemos de nada, nosotros los votamos y además si no somos políticos es por que no queremos. Formemos entre todos los parados otro partido político y a reírnos del mundo, peor que ellos no lo vamos a hacer.

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