Una fiesta estupenda. No se cumplen 51 años todos los días, y eso merece cena y tarta con los íntimos. Cuatro, eran cuatro los comensales, rojo, amarillo, azul y verde. “Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te desean tus amigos de Parchís” José Luis, Alfredo, Elena y Valeriano, cuatro jinetes del apocalipsis reunidos tras un pastel. Todo prometía alborozo y alegría, pero parió la abuela. Vino un quinto invitado, el color blanco, y jodió el invento. Jean Claude le amargó la celebración al bueno de Pepelu. “Mira el borde del Trichet la que nos ha liado el puñetero. La mundial. Mucho presidente del banco central europeo y tal, pero por la boca le sale basura”.
Se le coló en el ágape un gorrón que, encima, no venía solo. Junto a él, cogidito de la mano, se trajo a su prima, la de riesgo, gorda y cebada la maldita, que se zampó el dulce y las chuches. Terrible la jornada, tremendo el daño infringido por Jean Claude y su pariente, que cuanto más prima, más se arrima al que tiene los riñones descubiertos y duerme con el culo al aire.
José Luis salió del consejo de ministros del 29 de julio relajado y tranquilo, adelantando las elecciones y poniendo un clavo más en su ataúd. Pero, caramba, carambita, carambirulí, al torpe le salió un grano con Trichet y la deuda creció y creció rápida y canalla. Tal es así, que el lince ibérico de Doñana tuvo que abandonar Marismillas y, guindilla en el trasero, a Madrid a festejar el cumple, que hay que aparentar que se curra.
Los especuladores devoran España, un pobre país raquítico, indefenso, débil y quebradizo. Defenderle de los abusones es mucha carga para pusilánimes e inútiles. No basta con poner una fecha para calmar el apetito especulativo de los mercados, si esa fecha no es inmediata. Así que, mientras Zapatero siga soplando las velas en Moncloa (soplando velas, desayunando o yendo al aseo, lo que sea), los buitres continuarán arrancándonos la carne de los huesos. La poca que nos queda.
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