Por lo que se ve, parece claro que un país no funciona si sus bancos no acompañan. La rebaja del IVA del 8 al 4 % para la venta de vivienda tiene como gran objetivo facilitar que las entidades financieras se liberen de gran parte de su cartera inmobiliaria. La banca acumula más de 64.000 millones entre viviendas y suelo para edificar, y no tiene forma de quitárselos de encima; entre que no hay un euro y que ellos mismos no conceden los créditos, por un lado se están comiendo los ladrillos y por el otro no ayudan a que las promotoras y constructoras levanten cabeza. Ante esta situación, el Gobierno lanza una medida que pretende estimular el mercado inmobiliario para así inyectar liquidez a bancos y cajas de ahorro. El objetivo es que los grandes responsables de la crisis, junto a la pésima dirección política y la especulación, vendan 700.000 viviendas que se han tragado y así recuperar resuello. Un parchecito con el que echar una mano a los amigos de la Banca, no se vayan a enfadar. Menos impuestos para el Estado (que somos todos) si no se alcanzan los niveles de venta estimados, y más billetitos para ellos. Un riesgo.
Resumiendo. Elena Salgado se ha vestido de lechera, y con el cántaro lleno de leche en la cabeza va sacando cuentas y deduce que con esa leche hará buena nata y con la nata una mantequilla exquisita y sabrosa que venderá a precio de oro. Con el dinero obtenido comprará huevos que le producirán unos pollitos hermosos que venderá, y como tendrá ya tantos ingresos se comprará un vestido precioso y entonces el más guapo le tirará los tejos, ella se hará de rogar y dirá que no, moviendo la cabeza. Es entonces, en pleno éxtasis imaginativo, cuando a la ministra de Economía, hábil ella, menea la testa y se le cae la leche al suelo, perdiendo hasta la camisa. Esperemos que esto no ocurra, que la cosa funcione, que todo dios se lance a comprarles una linda casita a los simpáticos banqueros y que el sol luzca mientras los pajaritos cantan. Eso sí, siempre que no aparezcan ni el especulador lobo feroz soplando, soplando hasta derribarnos la hacienda y cocinarnos en una olla, ni la torpe cigarra y sus ineptos colegas para pulirse todo lo que haya y algo más… ¡Anda! Si resulta que los cánidos y los inútiles ya nos dominan y gobiernan. Hay que ver cómo cambian los cuentos.
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