Esta tribuna va dirigida a mi amigo Fernando Llopis, concejal de UPyD por el Ayuntamiento de Alicante quien el jueves, junto a compañeros suyos de partido, presentó en el registro de la Diputación de Alicante un documento pidiendo que las funciones de la misma fueran asumidas de forma inmediata por la Comunidad Autónoma. La noticia se comunicó así, tal cual, y sé que el fondo no es, no debe ser lo que aparenta. Me extrañaría mucho, participando él de la propuesta.
Lo explico. Él y yo, como tantos y tantos españoles, estamos de acuerdo en que lo prescindible e insostenible es el coste que supone el político que invade una institución y hace de ella su negocio. Las diputaciones, la de Alicante también, están saturadas de cargos públicos y de personal de confianza, pero ni más ni menos que el resto de las administraciones. Es, pues, injusto verter toda la responsabilidad (¿culpabilidad?) sobre las instituciones provinciales, máxime sabiendo que en las CC AA es donde reside el mayor desajuste económico. Además, una consideración, no se pueden dar nuevas competencias (sí, nuevas, que no todas están solapadas) a unas administraciones que ni saben ni pueden asumir las propias. Fernando, tú eres el Director de La Politécnica de Alicante. Pregunta a tus compañeros ingenieros sobre cómo están conservadas y atendidas las carreteras dependientes de Diputación en comparación con las de titularidad autonómica. Hay años luz de diferencia. Y esto es sólo un ejemplo de profesionalidad y eficiencia., que hay más. Por eso hay que deciros que os equivocáis disparando desde UPyD en una sola dirección; situad más alto el punto de mira, que allí es dónde está parapetado el enemigo.
Creo que también compartimos la opinión de que urge para la supervivencia económica del Estado limpiar de sobrantes las administraciones públicas. Pero estos excedentes no son los empleados de las mismas, laborales o funcionarios. Los elementos residuales son los inquilinos que, protegidos por unas leyes que ellos mismos elaboran, las invaden. Los empleados de la Diputación de Alicante desarrollan un trabajo impresionante, tangible y demostrable. Otra cosa es que el okupa de turno use la institución en beneficio propio. Eso es lo que hay que evitar, se tiene que desterrar a esta casta que ensucia la sociedad y pervierte la Política. Eso es lo difícil, porque hay que hacerlo desde dentro, integrándose para destruirla. Te conozco, sé lo que vales y sé de tu capacidad. Quizás podrías lograrlo.
Entonces, de corazón, tengo que indicarte que el camino emprendido por UPyD proponiendo la eliminación de las diputaciones, de la diputación de Alicante, no es el correcto. El sistema está descompuesto en su base, empezando por los 600 asesores de presidencia, el Senado, algunos ministerios de dudosísima funcionalidad, las comunidades autónomas y su pájara abierta, los grandes ayuntamientos, los pequeños también, viciados o incapaces, y también, por supuesto, las diputaciones. Todos en un paquete, sin decapitar sólo a unos salvando de la quema al resto de los corsarios. No sería justo. Y tú eres un hombre justo. No va contigo.
Si queréis encontrar un respaldo fuerte a vuestras propuestas debéis ser más valientes, decir la verdad donde duela, aunque ésta se vuelva contra vosotros. Para eso hay que atreverse y dinamitar, y tú lo sabes, el negocio político. El primer paso es la eliminación de la figura del asesor. El segundo, y motivado por su manifiesta inutilidad, suprimir el Senado. El tercero, reestructurar el modelo autonómico, prostituido hasta los tuétanos. El cuarto, delimitar bien competencias y funciones de todas y cada una de las administraciones, evitando duplicidades absurdas. Y quinto, y más importante, despolitizar las instituciones, permitir que los empleados públicos cumplan con su labor y desarrollen su trabajo sin presiones ni manipulaciones. Es entonces cuando quizás se empiece a recuperar algo de confianza en el sistema y en quienes lo tutelan, los políticos.
No matéis sólo al del violín. Tenéis que fusilar a toda la orquesta, desde el director hasta el de los platillos, y quemar las partituras. Ahí está el valor o la cobardía, Fernando. Ahí.
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