Se abucheó a Zapatero, como era de esperar. No se trata de algo nuevo, es una consecuencia lógica a su desgobierno. Debería estar acostumbrado o, sino es así, irse haciendo a la idea de que esto es lo que le aguarda hasta que desaparezca de los mandos del Estado. Se le gritará vaya a donde vaya, haga lo que haga, hasta las máquinas de tabaco pedirán su dimisión. Quizás ésta sea la única forma de que el sordo se cure, empiece a escuchar y responda con dignidad a la mayoritaria demanda de lo sociedad española.
El momento puede que no fuese el oportuno y le ha proporcionado una excusa a Zapatero y los suyos para fortalecer su posición ante lo que denomina extrema derecha fascista, organizada para hacerle daño. Una conjura, vamos. Sin espontaneidad, sin motivación: sólo un guión de los fachas que quieren destruir el Estado, algo orquestado por los mismos franquistas de los que habla su camarada Chávez. No es un ataque contra su persona, no. Es un asalto a la democracia, una ofensiva contra la izquierda, tan bien representada por su equilibrada figura. Los tiene de madera, comida por la carcoma, pero de madera. Es un genio dándole la vuelta a las cosas. Eso sí que sabe hacerlo. Gobernar no.
Nuestro monarca y el sucesor a la Corona han expresado su malestar. Pero, como todo en la vida, también se puede interpretar según gustos. Lo que por un lado te venden como enojo contra los facciosos alborotadores, por otro los hay que piensan que es un toque de atención para Zapatero, un “ya te vale, que hasta en esto tenemos que soportar las consecuencias de tu política”.
Una cosa quiero decir, y es personal. Yo, particularmente, voy a abuchear al presidente a la más mínima oportunidad, voy a presionar con el pataleo si es necesario contra la ejecución política del gobierno actual, voy a gritar y gritar mientras se mantengan las cuerdas vocales y no voy a descansar hasta que le pierda de vista. Y todo esto lo voy a hacer no por facha, no por reaccionario, no. Lo voy a hacer porque me preocupa el presente y el futuro mío y de los míos, porque estoy cansado de que me mientan, porque me he hartado de que con el fruto de mi trabajo gente incapaz e inepta deshaga a su capricho y porque, ateniéndome a mi libertad de expresarme, me da la realísima gana. Y así será hasta que, como muy lejano, se llegue a las urnas. Eso sí, cada vez que le diga algo, procuraré argumentarlo, ya que motivos para exigir democráticamente su dimisión, haberlos, los hay a toneladas. Sin otro particular, sólo me queda expresar mi más cordial bronca y mi más sonora pita, silba, desaprobación o protesta, que todo es lo mismo, contra José Luis Rodríguez Zapatero.
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