Vamos por partes, que la historia tiene su aquél. En el Newsweek, un geógrafo estadounidense que responde al nombre de Joel Kotkin ha diseñado un nuevo orden mundial, destrozando el actual sistema de fronteras y nacionalidades y centrándose en una distribución geopolítica que responda a criterios económicos y de desarrollo. Ésta se basa en la defunción de los límites conocidos hasta hoy por considerarlos inútiles e ineficaces, para establecer un nuevo mapa que refleje el presente y el futuro de las naciones. Anima a plantearse la ordenación del mundo, olvidando las motivaciones políticas que originaron la estructuración de los países tal y como son hoy en día. Resumiendo grosso modo, el geógrafo plantea dividir el mundo en diecinueve grupos muy diferenciados, cuya cohesión interna responda a la afinidad y no a la geografía, aparcando para mejor ocasión criterios como raza, religión, historia y cultura.
Y En esto, España sale mal parada porque el nuevo mapa la sitúa en lo que Kotkin denomina "repúblicas de la aceituna", junto a países de la periferia pobre del sur de Europa y la cuenca mediterránea: Grecia, Portugal, Italia, Croacia, Kosovo, Macedonia, Montenegro, Eslovenia y Bulgaria. Ahí es nada. De futura gran potencia mundial a tierra de aceituna y vino, alejada de la prosperidad que se supone a otros estados motores de la economía europea, los mismos que antaño controlaron el comercio, allá por la Edad Media. Todo un avance. Aquí, Alemania, los Países Bajos y los nórdicos van a ser los amos. Nosotros, con nuestros socios olivareros y viticultores, tenemos las tasa de pobreza dos veces más altas que los vecinos del Norte, y las de empleo entre un diez y un veinte por ciento inferiores. Además, nuestras deudas públicas son enormes en comparación, mientras nuestros niveles de ahorro, educación e innovación tecnológica rozan el ridículo.
Yo no sé qué credibilidad tienen las afirmaciones del investigador. Lo que sí que tengo claro clarete es que todas estas consideraciones vuelven a dejar a España a la altura del betún. La imagen exterior del país no difiere mucho de la interior. Parece que ya no existe la marcha atrás, que ya no nos van a dar otra oportunidad para mejorar. Todo indica que con estos pastores nuestro destino se acerca más al negro que al gris, que nuestros rectores han colaborado con su incapacidad, sino han sido los artífices, en hundir la nave.
Al margen de simpatías políticas, de afinidades ideológicas, lo único evidente en todo esto es que o cambiamos de directores o retrocederemos una intemerata en la carrera por el bienestar, la igualdad y equilibrio social y económico. Por nuestro bien presente y por nuestro futuro, que se vayan con viento fresco. No hay otra. Y el que no lo quiera ver, tiene la ceguera por castigo.
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