La humanidad necesita reír. El ser humano, incapaz en la mayoría de los casos de generar alegrías propias, busca desde siempre apoyarse en el buen hacer y en el mejor actuar de cómicos y humoristas, seres maravillosos que consiguen que el ánimo se fortalezca, que los problemas se olviden, aunque sea sólo por un instante, dejando paso a un estado de felicidad y conformidad básico y fundamental para vivir. El mérito de los que dedican su existencia a provocar la sonrisa, la risa y la carcajada es enorme, colosal. Muchos hay que lo intentan, peleando por alcanzar un nivel excelso, y muy pocos lo logran con solvencia.
En Francia se disfruta con Patrice Thibaud, los ingleses gozan con Rowan Atkinson y su Mr. Bean, personaje al que muy gustoso matarías si tuvieses oportunidad. En EEUU, Will Ferrer es el más valorado, y en Argentina, el piojo y el Bruno, o bien Olmedo cuentan con un aprecio mayoritario. Mientras, los mejicanos debaten entre el inmortal Cantinflas, Tin Tan o Chespirito. No debemos olvidar a los Hermanos Marx o al gran Buster Keaton, por la globalización de su humor.
Aquí, en España, tampoco andamos cortos en el tema. Grandes genios como Gila o Eugenio, el chocante y fabuloso Chiquito de la Calzada o los chistes de Arévalo nos han amenizado la existencia durante mucho tiempo. Hoy en día, Buenafuente, Berto y una gran legión de espléndidos monologuistas han tomado el relevo. Pero ninguno, repito, ninguno alcanzará jamás el nivel, la magnitud interpretativa, la capacidad en los gestos y en la palabra del nuevo rey de reyes de la comedia. Hilarantes sus manifestaciones, asombrosas sus improvisaciones, únicas sus actuaciones: José Luis Rodríguez Zapatero demuestra minuto tras minuto, hora tras hora, día tras día que no hay nadie en el mundo capaz de superarle. Es uno y trino, es el dios indiscutible del absurdo, el emperador de la burla y la chanza: la ironía es su marca y la mordacidad su instrumento favorito. Yo es que me parto la caja cada vez que le veo o le oigo, de veras que no consigo evitarlo. Lo último, lo de los 20 ó 25 años de crecimiento económico tiene que pasar a la historia. Es único, homérico, invencible. De verdad de la buena.
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