miércoles, 20 de octubre de 2010

El dios del humor

La humanidad necesita reír. El ser humano, incapaz en la mayoría de los casos de generar alegrías propias, busca desde siempre apoyarse en el buen hacer y en el mejor actuar de cómicos y humoristas, seres maravillosos que consiguen que el ánimo se fortalezca, que los problemas se olviden, aunque sea sólo por un instante, dejando paso a un estado de felicidad y conformidad básico y fundamental para vivir. El mérito de los que dedican su existencia a provocar la sonrisa, la risa y la carcajada es enorme, colosal. Muchos hay que lo intentan, peleando por alcanzar un nivel excelso, y muy pocos lo logran con solvencia.

En Francia se disfruta con Patrice Thibaud, los ingleses gozan con Rowan Atkinson y su Mr. Bean, personaje al que muy gustoso matarías si tuvieses oportunidad. En EEUU, Will Ferrer es el más valorado, y en Argentina, el piojo y el Bruno, o bien Olmedo cuentan con un aprecio mayoritario. Mientras, los mejicanos debaten entre el inmortal Cantinflas, Tin Tan o Chespirito. No debemos olvidar a los Hermanos Marx o al gran Buster Keaton, por la globalización de su humor.

Aquí, en España, tampoco andamos cortos en el tema. Grandes genios como Gila o Eugenio, el chocante y fabuloso Chiquito de la Calzada o los chistes de Arévalo nos han amenizado la existencia durante mucho tiempo. Hoy en día, Buenafuente, Berto y una gran legión de espléndidos monologuistas han tomado el relevo. Pero ninguno, repito, ninguno alcanzará jamás el nivel, la magnitud interpretativa, la capacidad en los gestos y en la palabra del nuevo rey de reyes de la comedia. Hilarantes sus manifestaciones, asombrosas sus improvisaciones, únicas sus actuaciones: José Luis Rodríguez Zapatero demuestra minuto tras minuto, hora tras hora, día tras día que no hay nadie en el mundo capaz de superarle. Es uno y trino, es el dios indiscutible del absurdo, el emperador de la burla y la chanza: la ironía es su marca y la mordacidad su instrumento favorito. Yo es que me parto la caja cada vez que le veo o le oigo, de veras que no consigo evitarlo. Lo último, lo de los 20 ó 25 años de crecimiento económico tiene que pasar a la historia. Es único, homérico, invencible. De verdad de la buena.

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