El embajador de Venezuela en España, Julián Isaías Rodríguez Díaz, dice en rueda de prensa que su país tiene serias dudas de que las declaraciones de los etarras Atristain y Besance asegurando haber recibido formación en Venezuela por parte de sus compañeros de fatigas Cubillas y Ayestaran hayan sido ”totalmente voluntarias”. Después, dándose cuenta de la burrada manifestada, se mete en un jardín de interpretaciones y justificaciones con tal de lavar la ponzoña arrojada sobre justicia y fuerzas de seguridad españolas.
Acto seguido, el ladrón, que cree que todos son de su condición, se apresura a aclarar que ”Caracas no imputa ni soborno ni tortura” al Gobierno español. Se despacha con que la confesión pudo ser arrancada irregularmente y que de ser así no probaría nada, se sigue liando al hablar de estrategias jurídicas, da una clase magistral sobre el concepto filosófico de la palabra confesión y se excusa calificando sus palabras como conjeturas, apreciaciones teóricas.
Para rematar la bufonada, cuando se le llama al orden y se le solicitan explicaciones, el fenómeno bolivariano, derrochando desfachatez, culpa a la prensa por descontextualizar sus declaraciones con el objetivo de enfrentar a dos gobiernos amigos. Todavía con ganas de juerga, en un alarde de estupidez, continúa en sus trece y se vuelve a sumergir en un charco, llegando a insinuar el soborno. Un genio de la diplomacia mundial el compañero Rodríguez.
Pero calla, que aún hay más: la representación del astuto sujeto no finaliza aquí. Se da el gusto de sentirse ofendido porque creemos más a unos criminales que a un estado cooperante, y finaliza su diarrea mental dejando muy claro que en Venezuela no se ha entrenado, se entrena o se entrenará nadie de las FARC o de la ETA, faltaría más.
Madre mía, lo que hay que soportar en pos de unas buenas relaciones internacionales. Tragarnos embajadores como éste, sin poder decirles lo que de verdad sentimos, no sea que el polifacético revolucionario Chávez se nos cabree, es duro, muy duro. Hay que morderse la lengua y aguantarse. Digo yo que no todo debe ser tragar quina, que no estaría de más decirle que aquí tontos del todo no somos, que sabemos muy bien a quién protegen en Venezuela, que se dejen de chorradas y que finalicen su cooperación con los asesinos. Con esto, para empezar a hablar en serio, bastaría. Hasta entonces, embajador Rodríguez Díaz, ¿por qué no te callas?
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