Camarada Martínez, José Ricardo. Verá usted, le cuento. De todas las barbaridades que he escuchado en mi vida, las sabias palabras brotadas de su boca, que bien parecían expelidas desde las proximidades de su escroto, no las podré olvidar nunca, y ni quiero hacerlo. En alguna ocasión he asistido, como muchos, a degeneraciones verbales de borrachos al borde del coma etílico que llegaban a compararse con Dios, que amenazaban con destruir la vida que les rodeaba pues odiaban la propia vida, que perdían el control de sus esfínteres en público mientras te contaban grandezas e intentaban adivinar cómo se llamaban. Frases y disertaciones de aficionados al lado de la poética soflama que se marcó usted la noche del 29.
Ayer sufristeis agresiones de trabajadores, por decirles algo, de la seguridad privada. Les tenemos “localizaos”, sabemos quiénes son y vamos a intentar que conozcan el desempleo. No tienen desperdicio, y no admiten interpretaciones distintas a lo que son: una amenaza directa que de por sí constituye un delito. No tuvo bastante usted, insigne camarada Martínez, José Ricardo, con enviar sus piquetes a coaccionar, intimidar, impedir el derecho al trabajo de muchos españoles, abusar de la fuerza cobarde de la manada, avasallar, asustar, insultar y agredir incluso, que luego se despachó con su demagogia becerril contra un colectivo que cumplía con su obligación. Me imagino que para alguien como usted, lúcido y respetuoso camarada Martínez, José Ricardo, encontrarse delante de sus liberados compañeros, con un micrófono en la mano, después de una magnífica demostración de fuerza de sus camisas negras (perdón, rojas),encendió en su interior la llama revolucionaria y se transportó en un viaje espacio-temporal a la Rusia zarista. ¡Cuánta gente! ¡Y toda para mí solo!
Puede ser, que creencias hay para todo, que sea usted la reencarnación de Trotsky, camarada Martínez, José Ricardo. Más se me antoja un homínido subdesarrollado, pero bueno, quién sabe. Ruego disculpe la rudeza de mis palabras. O mejor no. No las disculpe. Le explico, camarada Martínez, José Ricardo. Soy de la opinión de que los matones, hampones, mafiosos, pendencieros, bravucones, fanfarrones, perdonavidas, chulos baratos, bocazas, gallitos, tragahombres, pandilleros, gánsteres, facinerosos, malhechores, maleantes, golfos y gente de similar calaña no tienen cabida en una España que lucha por sobrevivir con desesperación, que busca su dignidad a través del trabajo y que mientras pelea por la subsistencia, tiene que aguantar a sindicalistas como usted, camarada Martínez, José Ricardo.
De todas formas no hay que darle mayor importancia a sus exabruptos. No vale usted ni la molestia de atenderle, ni el agua que se bebe. Así que, bajándome a las profundidades de su capacidad para respetar, váyase al guano, camarada Martínez, José Ricardo. Usted y todos los que le rieron la gracia.
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