Vaya por Dios. Tres ayuntamientos de la provincia de Alicante ya se han puesto en marcha para demandarle a la SGAE la devolución del impuesto revolucionario cobrado por dicha sociedad durante los últimos años. Es de suponer que a ellos se les sumarán la mayoría de entidades públicas para recuperar lo que es suyo. Y detrás, en lógica, las empresas. Todos con un objetivo: que les retornen un dinero que nunca debieron haberles cobrado. El dichoso canon digital que situaba a todos los usuarios de ordenadores como delincuentes de facto les puede resultar caro a los que se han estado beneficiando de él impunemente. La justicia ha hablado claro, sin dejar un resquicio a la duda. Lo suyo sería que ahora los consumidores y sus asociaciones iniciaran el camino para que a los particulares tampoco se les cobre la mordida.
La sentencia que declara por fin ilegal la multa que se ha estado pagando deja a la SGAE en una situación delicada, pues como tengan que abonar aquello que les ha permitido enriquecerse, van a tener que empeñar hasta las cuerdas de las guitarras. Y no es que me alegre de la desdicha ajena. Lo que ocurre es que durante años hemos sido tratados como delincuentes por el mero hecho de comprar un CD virgen, ya que se daba por hecho que iba a ser destinado a copiar música pirateada de internet. Y por ello teníamos que pagar, por el por si acaso. Consideraban que administraciones, empresas y particulares no teníamos otra obsesión que la de arruinar a los autores, robarles todas sus obras, noche y día sin parar de descargarse discografías completas, delinquir con tal de no pasar por caja. Todos malhechores, astutos maleantes, destructores de la cultura.
Creo que hay otros medios para proteger la propiedad intelectual que nada tienen que ver con acusar a todo un país de ladrón. Lo fácil era el canon: te cobro por si se te ocurre robarme, y así me ahorro el tener que pensar cómo defender los legítimos derechos de los creadores, de los artistas. Ahora tendrán que ponerse las pilas y trabajar en serio para convertir en noble una tarea que se había transformado en una recaudación de impuestos al estilo Juan sin tierra, con Ramón actuando de sheriff de Nottingham.
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