Los datos estadísticos están para interpretarlos y, como en este caso, para sufrir por ellos. Según lo recogido en la Encuesta de Condiciones de Vida realizada por el Instituto Nacional de Estadística, un 20,8% de los hogares españoles están situados bajo el umbral de la pobreza. Uno de cada cinco a nivel nacional, destacando Ceuta, Melilla y Extremadura con más de un 36 %, o Andalucía y Murcia con un 29 %. En estos cinco territorios un tercio de los hogares no puede cubrir sus necesidades básicas. Y ¡ojo!, que no se trata de no poder ir una semana de vacaciones o de no llegar a fin de mes, no (aquí alcanzamos los españoles un porcentaje mayor del 60). Se trata, simple y llanamente, de comer, de sobrevivir primariamente. Es devastador, trágico, de una dureza brutal. Y lo peor de todo es que no tiene visos de reducirse sino todo lo contrario.
Por mucha crisis de gobierno, por mucho cambio ministerial que se haga, los mimbres son los mismos. La política económica no va a variar, los derroteros por los que va a deambular nuestra deuda son funestamente idénticos, las perspectivas más optimistas de crecimiento para España son de un 0,6 %(no alcanza ni para una muela), la credibilidad es nula y tenemos el desastroso honor de tener la tasa de paro más alta de la zona euro. Y sin trabajo, la recuperación es imposible. No es una cuestión de pesimismo, es la puñetera realidad, guste o no.
Para colmo, el Gobierno va a dedicar su energía en lidiar por el poder, en una lucha por recuperar el terreno perdido con el Partido Popular, en una confrontación por ganar unas elecciones que, como última fecha, se celebrarán en 2012. De lo importante, de lo fundamental, ya podemos ir olvidándonos: de mejorar las condiciones de los españoles se hablará después de la cita. Lo primordial, lo imperativo es vencer, no bajarse del trono
Desde ahora hasta entonces, el camino a recorrer va a ser un tortuoso trazado político que va a obviar lo económico y lo social: se centrará en los sentimientos, en radicalizar las dos Españas que tanto interesan. Saldrán los doberman y nutrirán nuestra vida con descalificaciones, acusaciones y, por qué no, insultos. Desviar la atención y, de paso, entretener a la masa. Ni más ni menos.
Este es el truco, el timo: que nos separemos, que nos dividamos, que no pensemos como uno. Quieren un Estado que se odie y así poder controlarlo. Dos mitades ideológicas totalmente antagónicas que se recreen hurgando en sus rencores. Pero me da la sensación de que el asunto se les ha escapado de las manos: lo que han creado, el monstruo engendrado es un ser bicéfalo, una España de ricos muy ricos, y otra de pobres muy pobres, y cada vez más pobres. Aquí no dominan ni corazón ni razón: el que manda es el dinero. Tanto tienes, tanto vales. ¿Dónde están las ideas? Es difícil confiar en el que te vacía el bolsillo y no te llena la barriga.
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